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¿OBAMA O BIEN MICK JAGGER?

Entrevista de Régis Bonvicino con Eduardo Milán

1. ¿Cómo ve usted hoy a los Estados Unidos y su papel en el mundo, después de ocho años de gobierno George Walker Bush?

Sólo es posible, para mí, dado el espectáculo actual, creer en los que padecen la contradicción entre lo no sido (por traicionado, pervertido, sometido, humillado) y este presente. El futuro es aleatorio. Pero depende de nuestra conciencia actual de su necesidad. Bush no es el imposible realizado. Es la consecuencia brutal de lo que es la caída de la mediación política en el nivel de la representación. Desde parámetros políticos de cincuenta años atrás Bush “no es posible”. Desde la actualidad es una figura emergente, descarada, un “nuevo rico” en su gestualidad- aunque heredero- de la clase política actual que puede llegar a poner en cuestión al estado de la clase política de los países de la democracia realmente existente, la que conviene al modelo económico neoliberal. Bush es una figura producto del nivel estético de nuestra época: su cinismo es la represión de la ironía, su falsa solemnidad una muestra de lo que es la letra. Sólo arrinconado contra las cuerdas se quita la máscara y reconoce: “esto es una obra maestra”. Es la conciencia pragmática en su límite expresivo: alguien que no puede hablar porque está desbordado por el acto. Es un animal bruto, un activo-instintivo. Que una figura así sea un pivote funcional en la estructura del sistema político norteamericano actual es otra cosa. Bush, hijo de Bush. Uno habla de Bush y siente la necesidad de expresarse. Es una convulsión estética, un ataque. Eso representa Estados Unidos. Podemos no saber nada de la realidad de Estados Unidos y quedarnos encandilados con el “no es posible” Bush. Pero no es la realidad. La realidad es que Estados Unidos no puede renunciar, salvo por la presión de los hechos, a su pretensión, no ya a su realidad presente, hegemónica.

 

2. ¿Para usted existen diferencias entre los senadores Barack Obama y John McCain? ¿Cuáles son esas diferencias?

Nosotros querríamos que Obama renunciara a la hegemonía norteamericana, que nos diera un trato humano luego de la des-humanización, fáctica en algunos casos, simbólica en otros, imaginaria nunca, a que nos sometió Bush. Esto revela nuestra mentalidad dependiente y nuestra necesidad de abolir toda representación: queremos al “amigo” Obama. ¿Pero por qué si es el presidente de Estados Unidos? Querríamos perdonarlo por ser quien es. Cuando vi a Obama pasar la mano por la imagen en vivo de casi trescientos mil alemanes parecía el pastor Richardson (aunque un poco más oscuro), parecía Mick Jagger (un poco más delgado). Era, al fin, una figura del espectáculo. Circulando su mano derecha por encima del público como quien pasa un ala. Del mismo modo los niños limpiaparabrisas pasan el paño en los parabrisas altos. Con una diferencia: están en puntas de pie, no alcanzan. Me da la impresión de que nosotros los latinoamericanos de clase media más o menos pensante,  confundiendo un imperio con una parte de su producción artística, no queremos que Estados Unidos sea lo que es. Olvidamos así la realidad del capital y nuestra propia realidad. ¿Acaso los bárbaros querían que Roma fuera distinta?
La izquierda tiene un problema: Obama es negro. La derecha tiene un problema, aunque menor (el capital no es racista, el tiempo pasa): Obama es negro. La población negra siente una suerte de justicia histórica o redención en la presencia de Obama. Tal vez mañana la izquierda no tenga ese problema cuando Obama rompa el espejo de la imagen vendida y demuestre que es lo que es: presidente de Estados Unidos. Entonces la izquierda se dará cuenta que la contradicción racial es absorbida por la contradicción mayor: la presencia del capital, los intereses hegemónicos. Será desagradable marchar contra Obama, Contra “la gran esperanza” negra. La historia debería haber enseñado algo a los que todavía creen en ella: ninguna esperanza viene de un presidente. Si hay alguna –y tengo mis reservas- sólo es posible desde el cambio de un sistema. Obama acaba de recibir el apoyo de Robert Rubin y poco antes el de Paul Volcker, artífice de la desregulación financiera el primero y expresidentes de la Reserva Federal en los años 70 el segundo. Dicen los expertos que acaba de comenzar a descascararse el espejo. Obama no puede elegir: sólo puede ser electo. Desconfío de los que no pueden elegir.

 

3. ¿De ser electo, usted cree que el gobierno Barack Obama será más democrático, interna y externamente? ¿Con Obama, América Latina seguirá siendo un mero  patio? ¿Su mayor aliado será Álvaro Uribe?

Hombres no son sistemas. Por más que en cierto momento puedan resultar “figuras de encarnación” (el cuento de “los hombres justos en el momento justo”) como parece haber sido el caso de Obama. Al principio de la carrera de Obama a la candidatura un amigo me dijo que Obama era musulmán. Yo pensé, con una bien aceitada paranoia: “perfecto. El sistema absorbió las contradicciones, el poder de su Otro.” La sola posibilidad de pensar en esto, la sola posibilidad de formularse uno a sí mismo la posibilidad de una estrategia implacable del sistema revela la situación de simulación caótica en que estamos. La simulación del caos es un efecto de control que anuncia la realidad venidera del control: si todo es posible, bueno, todo es posible, valga la tautología. Es decir, es posible el Obama bueno (en medio de este “caos” que “modificó” a gran parte de la opinión pública) como también el Obama malo: el “caos” da para los dos. Si mañana cambia de estrategia será parte de la misma necesidad. Es como no creer en la realidad de Rusia y China, dos “imposibles” –que también se leen como “milagros”: uno en negativo, la delincuencia, otro positivo: la hiperrealización laboral a cualquier costo- sin pensar, claro está, que son los herederos directos de una propuesta degradada. “Lo mejor, degradado, es lo peor” decían los latinos, expertos en decaer. Siguiendo mi razonamiento: la estrategia de Estados Unidos para América Latina, en especial para el Sur, se cifra en la presencia de la Cuarta Flota. Eso no creo que cambie con Obama. Hay que mirarlo bien,  tomar apuntes de Uribe –como quien toma apuntes de un bodegón- para saber cuál es el equilibrio de fuerzas en América Latina.

 

4. ¿Cuáles son las diferencias entre Michelle Bachelet, José Luiz Zapatero y Barack Obama?

Cada cual en su lugar, son respuestas similares a realidades diferentes. Aunque Obama, insisto, sólo responde, ante nuestros ojos, verbalmente, todavía. Son el espejismo ético-democrático-consensual: el lado “bueno” del sistema malo. Los que son sólo “buenos”, caso Chávez, se inclinan peligrosamente, como cuando se pone, luego de la liberación de Betancourt, a las órdenes de Uribe para luchar por la paz. Pero, me pregunto, ¿deben interesarnos tanto los agentes de representación? Actores, atletas, rockeros y ahora presidentes: si algo deciden en un sistema como el capitalismo en su fase actual es porque son figuras de espectáculo. Recuérdame la diferencia entre una película, una competencia, una canción y un gobierno.

 

5. Al Brasil llegan noticias de que México se ha convertido en un “narcopaís”. ¿Es también un “narcoestado”, como la Colombia de Uribe?

La situación en México es altamente dolorosa y muy peligrosa como para especular. En este momento dos factores concentran la atención: el proyecto estatal de reforma petrolera (privatización, en realidad) y la lucha contra el narcotráfico. Las dos pueden definir el futuro de México. Pero la atención debería estar concentrada en la creciente desigualdad y en la miseria que se propaga.

 

6. Como excelente crítico de poesía, ¿a qué atribuye usted la disminución acentuada de calidad en la producción de los últimos 15 años en todo el mundo? Entre los países iberoamericanos (Portugal, España y América Latina), ¿cuál valoriza más la poesía y también trae más innovaciones? Cite cinco poetas que considera de primera línea entre los iberoamericanos.

Hay varios discursos girando en el aire que podrían responder a esa pregunta, discursos que sé teórica y críticamente pero que también vivo en la práctica como poeta: uno es el discurso estético, el de la muerte del arte. Otro, también estético: el del regreso del arte a una concepción meramente productiva, no aurática. Y el otro político, ideológico, social: la caída de la razón utópica, el reconocimiento del orden mundial actual como presente infinito Al margen de la omnipresencia de la razón productiva, industrial, de la cultura sistémica que entró en fase de hiperproducción con lo que eso, en términos artísticos –esto es: cualitativos- conlleva de redundancia, pérdida de significación y sentido. El discurso fuerte hegeliano –que alienta a los movimientos de ruptura- lo previó todo: desde el fin del arte –en términos simbólicos pero también prácticos- hasta su devolución a una práctica “degradada” en un sentido burgués del siglo diecinueve: un arte que no se precie de ser lo que es. Este hecho, cuyo origen es la ironía, el autodesmantelamiento de la obra frente a su recepción, típico fenómeno de circo según Friedrich Schlegel, mantuvo el arte en un límite durante todo el siglo XX –con sus momentos de subida y bajada. No podía durar mucho. Ahora, como si fuera un presidente de palabras, un libro de poemas es un producto industrial. No interesa demasiado la diferencia entre un producto y otro. Sólo importa que sirva a los fines de la producción: el mercado y el consumo. Y el mercado y el consumo eligen lo más fácil, lo que se vende. Quiero dejar claro que entre Saramago y Paulo Coelho no hay distinción mercadotécnica. No sé si las mujeres de los empresarios de la clase dominante, que leen todo, distinguen entre uno y otro. Ambos son fenómenos de masa. La diferencia que yo distingo es escasa. Que un poema no se vende es algo que sólo los colombianos gritan en sus festivales, un acto masivo de fe, los fieles en San Marcos ante el Papa. La poesía interesa a los que hacen poesía, a los que escriben poesía, que la rehacen en otro discurso. Cuando la poesía entra al estadio, habla ante miles, es otra cosa. Te pregunto yo: si los hombres actuales –cada cual en su situación, cada cual en su clase, cada cual en su noche- somos materia redundante, ¿por qué no van a redundar los poemas? Sólo nuestra conciencia de ese problema nos puede ayudar. Es posible que llegue antes una ayuda humanitaria –siempre tardía- que la conciencia a nosotros. La conciencia es una práctica que necesita desarrollo.
América Latina es puntal en calidad poética tanto ante España como ante Portugal. Los poetas latinoamericanos en el siglo XX salvaron la dignidad iberoamericana. Eso no implica que lo sigan haciendo. Y para mí siguen siendo poetas de primerísimo nivel César Vallejo, Nicanor Parra, Carlos Martínez Rivas, Carlos Drummond de Andrade, Joao Cabral de Melo Neto.

 

7. ¿Cuál es la importancia del “espíritu crítico”, tanto en el arte como en la política?

No distingo, en la escritura, la acción poética separada de la acción crítica. La crítica cumple distintas funciones: revelación de mecanismos que el objeto no quiere descubrir, denuncia, desmantelamiento, rearticulación del lenguaje-objeto. Es algo que se suele olvidar: el objeto criticado deja de ser el que era. Por eso molesta tanto esa crítica que no afecta a nadie, “constructiva”. La crítica no es obra de arquitectos. Estos trabajan para el capital y para el gran capital. La crítica trabaja para la conciencia, para el cambio. Por eso es humillante esa crítica –esto lo denunció siempre Adorno- que simula enfrentar pero celebra con las armas de la rebelión.

 

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 Sobre Eduardo Milán

É um autor uruguaio, exilado e depois radicado no México. Publicou mais de vinte e cinco livros de poesia, várias coleções de crítica e duas antologias de poesia em língua inglesa. Nasceu em Rivera, no Uruguai, em 1952. Sua mãe morreu quando ele tinha um ano. Seu pai foi enviado para a prisão, por anos, por ser afiliado ao movimento guerrilheiro Tupamaros, o que obrigou Eduardo a fugir para o México. É considerado um dos três maiores poetas latino-americanos da atualidade. E um dos três maiores críticos. Milán é bilíngue: fala também português fluentemente.