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ENTREBESADOS — CARTAS MAPUCHE / SIGLO XIX

Cartas mapuche habrá sido de entrada un regalo. Regalo no tanto o no sólo para la indagación de los saberes de cuño occidental – antropologías, sociologías, psicologías sociales o no tanto, ciencias políticas e incluso historia y literatura en tanto disciplinas – sino antes en el sentido abierto en que Paul Celan habrá dicho que los poemas son regalos para quien está atento. En unas notas a El meridiano, texto de 1961, Celan señala: Los poemas no son en primer término [o no sólo] cosas que se escriben, no comienzan en el momento en que son puestos por escrito; son regalos [Geschenke] para quien está atento/a [traslayo]. En este trance es que Cartas mapuchese da a leer en poema, antes que en el trance – bastante más tardío por demás – del poema como género o tipo literario u operación de arte.

Regalos: dados y datados a ambos lados de la cordillera a todo lo largo del siglo XIX; en Leubucó, Angol, Pilguen, en Salinas Grandes, en Temuko, en Guaminí, Chilhué, en Pitrufquén, en Córdoba, San Luis, en Río Caleufú, en Valdivia, en Carmen de Patagones, en Ninguén, Muquén, en Cholchol, Santiago, Buenos Aires, en Junín, en Las Manzanas, en Poitagüe, en Martín García, en Palmaví, en Pichitué, en Melún… y aun otros dados sin lugar ni data expresa. Regalos a agradecer desde ya, con Violeta Parra, a la vida y a sus iniciales destinadores o remitentes – la mayor parte de ellos loncos o caciques: boroanos, huilliches, arribanos, ranqueles, ranquiles o rankulches, pampas, puelches, lafquenches, salineros, chilenos, manzaneros, abajinos, picunches, llaymaches y aun otros, según vienen consignados o autoidentificados en las cartas (hay también un par de mujeres; particularmente interesante es una carta de Jacinta viuda de Linkongürü, desde Angol, al intendente de la provincia de Arauco; una historia de despojo y reclamo de justicia y a la vez una carta marcada por el juego de voces que se intersectan entre doña Jacinta y José Dolores Saenz, su escritor o escribano de ocasión y quien, “a ruego de la indígena Jacinta por no saber firmar”, firma). Regalo a agradecer también y de modo especial al compilador y responsable de la presentación y notas del libro, Jorge Pavéz, quien en un pie de página nos promete nuevas cartas bajo la manga; al editor Claudio Cratchley, a Ocho Libros, a CoLibris y al Fondo de Publicaciones Americanistas de la Universidad de Chile.

En lo que sigue me limito a entreabrir el libro y a llamar la atención sobre algunas cartas que con él nos llegan – no porque pudiesen ser más representativas que las otras (no hay representación aquí que valga), sino porque acaso subrayan de modo singular la experiencia del regalo como experiencia de lengua y escritura en las Cartas.

Pero.

Antes de abrir el libro, antes de subrayar eventuales pasajes, ¿cómo no hacer memoria al paso de los pliegues acaso más tóxicos del “entorno” de estos regalos? Pues al mismo tiempo que estas cartas estaban siendo fraguadas y enviadas (entre loncos algunas, a autoridades españolas y luego argentinas y chilenas otras, a sacerdotes, generales y estancieros aun otras), a ambos lados de la cordillera la retórica y la política del exterminio, relativamente ausente en la Colonia, avanzaba no sólo entre los intelectuales del Progreso. Domingo Faustino Sarmiento, el primer argentino (la expresión es de Borges), el padre del aula (el 11 de septiembre, día de la muerte de Sarmiento, aún marca en Argentina el día del maestro), escribía en 1844 en el periódico El Progreso de Santiago —tal cual:  “Por los salvajes de América siento una invencible repugnancia […]. Lautaro y Caupolicán son unos indios piojosos, porque así son todos. Incapaces de progreso, su exterminio es providencial y útil, sublime y grande. Se los debe exterminar sin ni siquiera perdonar al pequeño, que tiene ya el odio instintivo al hombre civilizado”. Poco después El Mercurio de Valparaíso reiteraría punto por punto tanto los términos como el razonamiento (los indios son incapaces de progreso, ergo la única política republicana coherente: su exterminio). Y aún a comienzos del siglo XX Tomás Guevara, el historiador y etnógrafo “progresista” de la llamada Pacificación u Ocupación  de La Araucanía, legitima la “guerra de exterminio” (es su expresión en la Historia de la civilización de la Araucanía, 1902) si el mapuche resiste la sujeción, así como Leopoldo Lugones, el primer escritor de nuestro idioma (otra vez Borges), apunta: “Si el exterminio de los indios resulta provechoso a la raza blanca, ya es bueno para ésta; y si la humanidad se beneficia con su triunfo, el acto tiene también su parte de justicia” (El imperio jesuítico, 1904).

Un regalo: Cartas mapuche. Y un regalo que lleva inscrito en sí mismo el regalo como regalo, la palabra o marca castellano migrante regalo, y a la vez la memoria y promesa de regalar y ser regalado, en no pocos pasajes. Por caso: un envío fechado el 4 de febrero de 1857 en un lugar no precisado (tal vez Salinas Grandes o Chilihue, al sudeste de la actual provincia argentina de la Pampa). Está firmada en nombre de Juan Kallfükura (o Calfucura, como está escrito en la carta) por el lenguaraz y escritor (por llevar doble apellido sería chileno, según un historiador argentino) Elias  Baldes Sanchez. Calfucura habrá atravesado la cordillera a mediados de los años 30 (del s. XIX) a la cabeza de un grupo llaymache (de los faldeos del Llaima); habrá descabezado a los boroanos que dominaban entonces las pampas del sur de Córdoba y Buenos Aires y a lo largo de 40 años habrá articulado la posiblemente mayor alianza reche con vínculos a ambos lados de la cordillera; tuviera en vilo no pocas veces el sur de Buenos Aires, a Córdoba, Mendoza y Bahía Blanca. La carta está dirigida a Justo José de Urquiza, presidente de la Confederación Argentina, en Paraná. Tras la caída del “tirano” Juan Manuel de Rosas, el archi-enemigo de Sarmiento y de Alberdi (y con quien los boroanos habían llegado, hasta cierto punto, a entenderse), Urquiza toma el mando, y [pero] Buenos Aires se proclama estado independiente. Calfucura, pololeado por ambos bandos, pacta mayormente con Urquiza, aunque la precariedad y la contingencia de la alianza – que durara por demás cerca de una década – salta a la vista:

Estimado Sr, de mi mayor aprecio. Remítole la presente con el yntento de saludarlo y gualmente a su apreciable familia; mando de chasque para esa [ciudad] al cacique Milinguer, acompañado de mi hijo Manuel Pastor y otros hombres que ban en siu compañía […] Cuando ellos regresen para esta quiero saber de que se trata / si U. ordena que haga las paces ó que abance por algun punto de la probincia de Bs. As. […] Cuando Coliqueo y mi hijo Namuncura Vinieron de esa me dijeron que uste habia dicho que no tomase de los Regalos que me mandan los de Bs. As. / todos los dias me estan insultando que soi un embustero un picaro que soi un ladron / por ese Motivo [deseo] se tomen medidas […] yo no estoi avurrido de pelear por que siempre me estan insultando […] si U. hizo las paces con el gobierno de Bs. As. me mandara à decir y si no las hizo me mandara decir cuando piensa tomar la ciudad de Buenos Aires […] si manda esa Jente que bengan bien habidos de caballos por que en ésta cuando han benidos los chilenos y los [puelches] les regalamos y ese es el motivo que estan escasos estos hombres que ban / me les Regala de cada cosa un poco para que no bengan… por el camino de nada. […] Por unos oficios que le mande la vez pasada que los han perdido en el camino pedia […] me hiciera la Gracia de mandarme 2000 lleguas para cuando bengan los chilenos poderles Regalar […] [Subrayo]

En esta carta los chilenos son pues los reche o mapuche de allende el Ande, de acá, de occidente: lafquenche, wenteche, williche, pikunche, de cholchol, de boroa, de kepe, de icalma, de angol, de loncoche, de makewe y tantos otros a quienes los salineros, como a puelches y demás visitantes, brindan hospitalidad, intercambian presentes, noticias, regalan, sellan y/o confirman alianzas, comercian. Juan Kallfukura, otro Juan Kallfukura esta vez, de Perkenko, recordando años después al lonco Juan Mangiñ Wenu, menta: Wenüyyerkefi ta keneral Urkisa, arkentinu che. Kom pu tripantu werkükefuy ta Kallfükura ñi ruka mew… En traslación del lenguaraz José Manuel Zúñiga levemente desplazada aquí: [Mangiñ Wenu] Mantenía amistad con el general argentino Urquiza. Mandaba todos los años a casa de Kallfukura a recibir parte de la carne y de las yeguas que el gobierno argentino daba a este cacique. A veces viajaba él mismo a las pampas del otro lado de la cordillera (ta pireñ mew, ta arkentinu mapu mew) [cf. Kiñe mufü trokiñche ñi piel / Historias de familias / Siglo XIX, Tomás Guevara / Manuel Mañkelef / (1912) / Liwen / Colibris, 2002].

Otra carta, otro pasaje: algo así como un cuadro de la plural escena del malal o toldo letrado, que Jorge Pavéz analiza en su texto introductorio (Las cartas del Wallmapu), escena de la escritura alfabética como escena de co-escritura – no exenta de alianzas y de lo que Pavéz llama la insumisión de la escritura. Pues el editor da por coautores a Valentín Sayweke (Manzanero de Neuquén) y a José Antonio Longkochino – al gobernador de Carmen de Patagones:

Yo Amigo cuando llega el dia de dirigir carta para alguna parte o comicionado de palabra se me previene [liberalidad] para hacer estampar a mi Secretario el perfecto Sentido y al mismo tiempo hago explicar el origuen que se escribe para […]  y como igualmente hago la misma operación cuando dirijo comisión en el estilo de mi lengua [es decir, realizo el mismo chequeo cuando envío oralmente mensajes en mapudungun] y así amigo le digo aUsted francamente que mi Secretario Loncochino a mi ber es un Señor Siudadano i soy muy poco sordo como para no comprender aquel idioma que se escribe / hunicamente me falta mui poco esplicar bien el idioma Castilla de los Cristianos [subrayo].

Por último, desde Martín García, la isla en la confluencia del río Uruguay con el de la Plata en que Sarmiento proyectara alguna vez construir la nueva capital argentina, espejeándose con Washington y/o con una Brasilia avant la lettre, pero que al final terminara convertida en una especie de cárcel de alta seguridad étnica, campo de trabajo forzado o Guantánamo pampa. Está firmada por el lonco ranquel José Pinceñ en 1882, esto es, tres años después de la primera Campaña del Desierto encabezada por el General (y la sazón presidente de Argentina) Julio Argentino Roca.

Mi general, / aquí me tiene Ud. padesiendo, enfermo y con mis hijos ciegos / Luisa y Manuel que quedaron ciegos de viruela en juni[o] / la única que esta buena es Ignacia que se la edado a nuestra Madrina asta que se mudase de este Presidio Como me prometio / Yo mi General amigo estoy más para morir, pueden pedir un informe al médico / yo me siento morir al ver mi hijos tan desgrasiados y que no pueda yo darles no un pan […] // Si consigue mi liverta tiene un esclavo mientras biva.

Y ha posdata:

Si a Ygnacia la edado […] a sido por conserbar su honra y aqui es imposible porque estamos en un cuarto todos entrebesados y yo todo el dia en los trabajos.

Leyendo esta carta, este envío, pregunto, sigo preguntando: ¿cómo no responder – hoy – esta carta? Con doble interpelación: a la vez ¿cómo no sustituir la singularidad de un envío (ni yo ni ningún eventual lector o lectora por venir habrá sido su destinatario expreso)?, y, a la vez, ¿cómo no dejar de intervenir en una escena que es bastante más que una escena, acaso la vida misma, lo que (nos) toca? Por demás, cuando a alguien le llega una carta, ¿no conlleva ello, hasta cierto punto al menos, una in/cierta promesa de respuesta? En otras palabras, hoy, en este repartido hoy de Cartas mapuche, entre el siglo XIX de su incripción y el XXI de su compilación, entre la cárcel de alta seguridad de Martín García y la Casa Central de la U. de Chile, por caso, ¿cómo no interrumpir la Conquista – la relación especular y apropiativa (que no es relación alguna)?          Pues agora espero su vuena contesta de U que me mande la contestacion de palavras no en papel […], porque es bueno que las palavras hánden pronto, pórque U ya sabe el travajo que los estan hasiendo los [cristianos] y nosotros porque no lonasimos lomismo (Manuel Namunkura a Valentín Sayweke, faldeos de la cordillera, 1879).

 

* Leído en la presentación de Cartas mapuche / siglo xix, Jorge Pavéz compilador, CoLibris / Liwén, Santiago / Temuko, sala Domeyko de la U. de Chile, 15 de enero del 2009.


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