Lo que parece asombrar hoy todavía es la des-vinculación reflexiva de la práctica del arte con la situación mundial por la que atraviesa el sistema capitalista. Desde México la mirada es borrosa. Toda la tiniebla está a la vista. Nada la atraviesa. Sin embargo, la pertinencia de la relación está correspondida por un mínimo intento de atisbo de lo que sería la verificación de la estabilidad del arte ante la inestabilidad del sistema-mundo o al contrario.
En algo coinciden las administraciones de Bush y Obama, en distintos contextos, al considerar situaciones de excepción como situación de “oportunidades”. Bush en Irak llegó a la justificación de la invasión, aun sin el comprobante de la existencia de armas masivas –o más aún: consciente de su inexistencia-, por el simple hecho de que un hecho de esa magnitud –la entrada de los soldados norteamericanos en la ya devastada zona-como promesa de “oportunidades”. Recientemente, ante el gobierno chino, la secretaria de estado Hillary Clinton pedía la visión de la coyuntura económica mundial actual como la de una verdadera “crisis de oportunidades”. Claro que no son –hasta hora-comparables los emisores del sistema. Bush es un criminal de guerra, uno de esos que no espera que el mundo tome la necesaria conciencia de que si no hace justicia con ciertos representantes de la especie que hoy en día proliferan –y no sólo en los gobiernos de las grandes potencias- no habrá mundo. Obama y Hillary representan el deseo- de- lo- siempre-posible que alimenta al capitalismo voluntarista norteamericano. Pero lo que llama la atención es que ambos coincidan lingüísticamente en la noción de oportunidad favorable como posible resultado de una incertidumbre bien manejada.. Recuerdo a Mao: “La Naturaleza está en completo caos. La situación es excelente”. Uno lo entiende allí, en ese confucianismo de un materialismo radical. Tal vez Hillary, atraída por la semicerrada mirada del gobierno chino abierta a una visión despiadada del capitalismo, se sintió impregnada de pensamiento oriental. Buscaba apoyo financiero, no tanto redención ideológico relativista.
El arte es factor de perturbación
Qué tiene que ver el arte y la poesía actuales con todo esto es la pregunta. ¿Habrá “oportunidades” para el arte a partir de la actual crisis económica? No es necesario buscar en el culto al azar y en la ley de probabilidades usadas para el arte de un John Cage mallarmeano-duchampiano para relacionarlos. El arte occidental viene en crisis desde, mínimo, el idealismo romántico alemán y el simbolismo francés en el siglo XIX. Si seguimos en retrospectiva a la búsqueda del punto de crisis se lo encontrará varias veces desde la Edad Media. Pero desde el siglo XIX estar en crisis, poner en crisis, parecen ser las condiciones de existencia del arte occidental y de la función de sus artistas. No voy a explicar aquí lo que se entiende ni etimológica ni históricamente por crisis (1). Por el momento, sólo digo que no me parece posible sorprenderse de las analogías existentes entre este capitalismo que parece tan perplejo ante su propia crisis que la corea de mil maneras y de mil voces y el arte pre-vanguardista y post-vanguardista que nos antecede y nos acompaña. Claro que esta “razón del arte” no se puede hacer extensiva al arte en su conjunto. Hay artistas que no soportan el estar en crisis del arte. Son los que buscan desesperadamente una zona de estabilidad dentro de la misma historia del arte, una estrategia muy usada hasta que el discurso histórico-hegeliano occidental mostró sus ángulos vulnerables y el agua del pasado histórico le pasó por debajo (circa 1970). En un ahora como el que vivimos, los cultores de un arte del pasado como zona estable que mejoraron su estado de ánimo con la ruptura de los diques de contención del discurso hegeliano no pueden estar más que bajo el signo de la desazón. ¿Cómo es posible que la crisis provenga ahora no de los territorios del arte sino de los territorios de la economía que amenaza con cambiar la estabilidad del mundo tan anhelada y buscada por una estética de acompañamiento de la vida?
Pasma darse cuenta que el mundo del arte –la reflexión sobre el arte en este caso- sobrevivió en su oposición a una idea de arte en crisis o en su aceptación de una idea de arte en crisis a espaldas de la realidad de un mundo que alentaba ambos estadios del arte. Aunque es más fácil comprender por qué o cómo lo hizo desde la perspectiva del rechazo de una situación del arte en crisis –basta repetir una y otra vez que el arte nada tiene que ver con la realidad socio-económica del mundo, una posición muy de elite latinoamericana o de universitario norteamericano, excluyendo aquí a pensadores como Fredric Jameson o Hal Foster, o esgrimir el argumento dieciochesco de la autonomía del arte, común a las dos posiciones citadas-, cuesta por igual entender por qué no se piensa la problematización del arte en crisis a la luz de la conflictiva actual del mundo. Si bien es difícil pensar en una ceñida interdependencia de la producción de arte con la guerra de Irak o con las sucesivas masacres israelíes de la franja de Gaza, lo que parece imposible es seguir postulando el capital simbólico como elemento de inversión paralela, lejana o extraña a la realidad vivida cotidianamente a nivel mundial. De nuevo, este es un problema –la falta de reacción o la reacción tardía de intelectuales y artistas ante una situación que altera el orden de la vida cotidiana y amenaza el horizonte posible de existencia de las clases medias y más desfavorecidas de Occidente, sin duda- que merece una consideración aparte. Y la cuestión podría sopesarse de primera o segunda importancia en países como los de la Comunidad Europea donde amplias capas de la población creen todavía en lo que habla por boca de una noción pragmática u superflua de democracia. Pero en espacios como los latinoamericanos –tampoco homogéneos: hay un sur populista que amaga proposiciones teóricas y a veces también retrocede en la práctica, hay un norte –destacando México, en actual batalla campal con la delincuencia organizada y, al mismo tiempo y hasta hace muy poco, negando las consecuencias a todas luces devastadoras de una crisis del sistema financiero que impacta directamente en su economía tan dependiente de la norteamericana-, en esta América Latina que resiste ya a su propia, habitual e histórica consideración continental, la situación causa espanto.
Insisto en algo que insiste Slavoj Zizek: no hay lectores para el arte contemporáneo post-vanguardista (2). Inútil, entonces, remitir el problema a la esfera de que el lector medio necesita y pretende sobrevivir al margen de los problemas del mundo, una razón que explicaría el éxito descontrolado de una ficción de bajo perfil de talento en el mundo actual de los lectores. Pensar en arte real, con la carga histórica que eso representa en la actualidad, es prácticamente no pensar en lectores. Saber que la relación entre arte literario actual y lector es como la relación sexual para Freud: “no hay relación sexual”. Pero hay lectura. Hay lectura, que es lo mismo que decir que hay lectores cautivos. El lector actual es un lector-de-hecho: depende de la oferta, no hay ninguna demanda. Los levantamientos de mercado declinan lo que el lector quiere a partir de la formación de lectores que practican los medios tecnológicos de comunicación. Es un círculo vicioso: quieren lo que se les da. ¿Cómo no?
Sin embargo, no es posible olvidar ni ahora que una obra de arte es potencialmente algo al alcance de todo el mundo. A partir de esto: ¿qué dicen los lectores de una post-vanguardia que ni siquiera saben que existió? Luego, el arte es factor de perturbación, no de consuelo por los males vividos. Si esto último triunfa –el arte como modo de consolación- el arte va camino a un retroceso verdaderamente insostenible. Retroceso: o bien objeto de culto oficiado en las catacumbas del mercado o bien su consideración como una práctica más de consumo para el individuo autista que el sistema en la fase neoliberal intentó construir (3). Si el arte no es más que otro factor de consumo, que una forma un poco más sofisticada de mercancía, que una actualización renga o depravada del mismo imaginario que goza con el bombardeo de imágenes del mundo que cualquier noticiero emite, no habrá nada que hacer. Por el momento el pasmo: no era de esperar una crisis del sistema en su economía que paralizara el consumo por ausencia de capital y, más hondo, por el derrumbe del mercado de trabajo. Si el arte es en alguna parte todavía piedra de toque de transformación de la conciencia un artista real no podría lamentar una crisis del capitalismo como la actual que ya pasó de ser una crisis del sistema financiero internacional para constituirse en una crisis del propio sistema en su fase especulativo-financiera. La poesía es arte pobre para espíritu rico. No tiene por qué verse afectada como arte por el crepúsculo financiero de un sistema que se caracteriza por clausurar el horizonte sobre sí mismo a partir de la explotación de la fuerza de trabajo. Ya el trabajo estaba en jaque durante las recientes décadas de neoliberalismo realmente existente. El mercado del arte, en cambio, puede verse momentáneamente afectado por una crisis como la presente. Pero el mercado del arte- ese espacio por donde circulan las artes plásticas- siempre ha sido el lado maldito, esquizoide, del arte Occidental: la obra de arte siempre se comportó como si no perteneciera al mercado o “como si” el mercado fuera una forma de relación en la que por azar la obra de arte ha quedado trabada. Para consuelo de los consolados en el arte: hasta este momento nadie habla de una transformación estructural del sistema –un capitalismo bueno, que no existe, o menos malo, un capitalismo en relación estrecha con la fuerza de trabajo-: los economistas y los políticos actuales piensan en la recomposición del sistema financiero, una “recomposición responsable” más o menos ordenada por el Estado que deberá asumir las consecuencias proteccionistas de sus actos a riesgo, ahora sí, de provocar un estallido en cadena de los contribuyentes que, otra vez, pagarán en efectivo al capital su nueva generosidad de disponible.
(1) Ver: Reinhart Koselleck: Crítica y crisis. Un estudio sobre la patogénesis del mundo burgués; Madrid, Trotta-Universidad Autónoma de Madrid, 2007.
(2)Slavoj Zizek, Jorge Alemán, César Renduelles: Arte, ideología y capitalismo.
Madrid, Círculo de Bellas Artes, 2008.
(3) Jorge Alemán, Ibidem, pp.51-65.