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TRACTAT DEL LOBO-ESCRITOR

Harry Haller se quitó el abrigo mojado, se sentó en la butaca y se puso las gafas. En el folleto de feria que tenía en sus manos, un título: Tractat del lobo estepario. No para cualquiera. Y con esos dos elementos: Haller y el tratado, Herman Hesse sigue escribiendo en la zona oscura su Lobo estepario. Pero mientras tanto, Harry Haller, que desea ser escritor y manifiesta cierta disconformidad con el autor (aunque no la revela de forma expresa), se pregunta por la imagen. ¿Tendrá Harry un bigotito de escritor? Ese bigotito del que Hesse no ha dicho nada y que todo aquél (preferiblemente hombre) se deja cuando ya ha publicado unos cuántos libros en editoriales sin nombre. Y se dice que esta vez sí y que va a ser el gran libro, que ya han pasado otros tiempos y que todo escritor necesita progresar en la escritura como todo labio de intelectual necesita su bigotito. “Hacia atrás no conduce, en suma, ninguna senda, ni hacia el lobo ni hacia el niño”, escribe el redactor del Tractat. Harry, que a todas ya es nuestro escritor, saca la libreta y especula desde su butaca con las siguientes notas:

Tractat del lobo-escritor.

A.

Para trascender y aspirar a la inmortalidad hay que sumarse a la idea del blog y de la metaliteratura, es decir, de la absoluta contemporaneidad. Pues, ¿qué hace en la vida un lobo estepario que pretende ser escritor sin su porción de internet? Las matemáticas ayudan. Traza unos cuántos números para suponer que si su nombre crece en la red a un ritmo de diez entradas diarias, y eso a la vez supone que genere al día siguiente diez más y veinte más diez al otro y así, en breve podrá buscar su nombre en el Google sin pudor alguno. Eludirá entonces la invisibilidad. La literatura electrónica la deja al borde, para informáticos.
-Jamás fui a la guerra pero soy capaz de resolver estas cuestiones sin problema- se convence para sí.
Y luego el asunto de la metaliteratura, cómo lo escribe dentro de la propia novela, o panfleto, o quizás poema pero con imagen de narración, o de huevo frito. Progresar a las formas, deformar, construir la seña de identidad. He ahí la modernidad más actual. Aunque quizás debería rechazar este último punto, en base al apartado F que más tarde desarrollará.

B.

El lobo debe garabatear con rabia, y tiene que procurar que la novedad se le pegue a la suela del zapato, caminar a su ritmo. Harry sabe que unir todas las disciplinas posibles hará al lobo más fuerte, veloz, sus dientes podrán presumirse entre las portadas de los libros venideros. ¿Pero eso hará al escritor más famoso? Seguir viviendo, pero con las dos naturalezas, la humana y la lobuna. Ya sabe que Hesse cree que todo hombre es hijo de la divinidad, y por lo tanto inmortal, y más aún si el punto A, como bien ha escrito nuestro Haller, se lleva a cabo con todas las consecuencias. Pero nadar y guardar la ropa, escribe en mayúsculas.

C.

“Allí estaba el viejo Goethe…”, leyó Harry en el aire. Goethe como un tipo encorvado. La naturaleza ya no le quiere y le devuelve viejo a la vida, ni siquiera distingue los colores, pese a que en su momento escribió un ensayo sobre los mismos. Ahora el color está en la mirada de Harry. Y claro, convencer a los editores que ese color misterioso está ahí mismo, en lo que escribe y no en Goethe, propiamente en su literatura, se le antoja como lo más complicado en su tarea. Así que se propone comprar una agenda para no evitar los eventos literarios, como hasta ahora, sino para acudir al mayor número posible. Lo que más preocupa a nuestro Harry son los canapés. “Rechazar patés, sobrasada y cremas de leche. Optar por los vegetales y el queso fresco”, escribe. Y no le falta razón, todo buen lobo debe cuidar su estómago, dado que por ende cuidará su imagen de escritor y evitará ser tan viejo como lo es ahora Goethe.

D.

¿Cómo lo han hecho otros? ¿Debo acudir a Hemingway? A Harry le fascina la teoría del iceberg de Hemingway. Aludir más que decir. Que del iceberg se vea la punta tan sólo y no la base. Todo lo demás sería demasiado volumen para una historia. Y le da miedo, pues sabe que las historias más vendidas son aquéllas que funden el iceberg, o bien lo dejan al descubierto en su totalidad. Y de punta ni témpano de hielo nada. Si acaso glaciar continental. Océano ártico, iceberg bien hundido. O a flote. Harry cuida los detalles y quiere que lo que se hunda sea ese témpano, no él. Nada de Robert Walser y luego aparecer muerto tras los pasos, en la nieve, ni de pies atados con una viga de hierro y ser pasto de las profundidades (¿quiere ser él otro maldito?). De hecho, en el saber flotar está el secreto: la historia sencilla, los personajes con diálogos breves. Algo de vello púbico y violencia, no demasiado humor dado que el lector burgués no suele comprenderlo.

E.

Escribe su decálogo.

Diez propósitos guían al lobo estepario: leer, redactar, vivir, comer, follar si se puede, Coca-cola, picadura de tabaco, seguir leyendo, más escritura, procurar no follar mientras se lee o se escribe.

Pero si el lobo quiere ser escritor, los diez se reducen a un solo: promoción.

F.

En literatura no hay nada escrito. Lo sabe porque se documentó en el decálogo de Monterrosso para escribir el suyo. Así es más fácil partir de cero. Si no hay nada escrito nadie le impide escribir El Quijote, Madame Bovary o Ulises. Rechaza esa conclusión. Hoy en día ni una ni otra obra sería publicable. ¿Y quién habla de presentarse con esas lápidas a un premio literario? Así que tendrá que invertir en un agente literario, que tenga o no obra le parece secundario, pues sabe que un buen negociante puede conseguirlo todo. Incluso publicar novelas planas, que son las que luego se venderán. Al lobo-hombre-escritor que quiera trascender se le recomienda tratar a los demás como idiotas, siempre se ha mantenido que superan de forma desproporcionada a los otros, los casi idiotas.

G.

Pese al punto F. Harry debe comenzar, al menos unas líneas para que vean que puede. Sabe que Vila-Matas llegó a decir que “la trama es una vulgaridad burguesa”, pero eso le importa si acaso al lobo, de ninguna forma a un lobo con aspiración de autor. ¿Y cómo debe hacerlo? ¿Qué camino tomar? Quizás alguna frase de otro autor le valga, es lo suelen aconsejar en momentos de bloqueo. O eso o música Chill Out, o quizás algo de droga, pero blanda. Probablemente un ligero plagio aumente las posibilidades.

Se lanza al vacío:

“Harry Haller se quitó el abrigo mojado, se sentó en la butaca y se puso las gafas. En el folleto de feria que tenía en sus manos, un título: Tractat del lobo estepario. No para cualquiera. Y con esos dos elementos: Haller y el tratado, Herman Hesse sigue escribiendo en la zona oscura su Lobo estepario”. Y así.

-¿Y tú, el que escribe ahora, por qué te has dejado ese bigotito? –pregunta Haller levantando la cabeza.

-Pura metaliteratura.


 Sobre Iván Humanes Bespín

Nacido en Barcelona (España) en 1976. Licenciado en Derecho por la Universidad de Barcelona y realizó estudios de Filosofía. Codirector de la revista literaria DADO ROTO. Es colaborador de la revista Escribir y Publicar y del sitio electrónico Literaturas.com, para los que ha realizado entrevistas a Martin Amis, Andreu Martin, Fernando Arrabal, Guillermo Martínez, Lázsló Krazsnahorkai, Peter Stamm, Agustín Fernández Mallo o Stephan Audeguy, entre otros. En el 2005 publicó el libro La memoria del laberinto (Biblioteca CyH), que consta de diecinueve relatos cortos. En 2006 el ensayo Malditos. La biblioteca olvidada (Grafein Ed.), del que es coautor. Y en 2007 en la obra 101 coños, que aúna hiperbreves e ilustraciones (Grafein Ed.). Su sitio en la red es www.ivanhumanes.com.