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Una lectura del tropicalismo

1. Breve esquema contextual

Antes del golpe de Estado que en 1964 derroca al gobierno de João Goulart, el Partido Comunista y su ideología “marxista patriótica” (Roberto Schwarz) hegemonizan el campo político de la izquierda brasilera. Se trata de una tendencia nacional y popular que se singulariza por su impronta antiimperialista (y, en un momento posterior, anticapitalista) y a la vez por cierta indefinición, debida a su alineación con la burguesía industrial, en lo atinente a la lucha de clases local. Esto es: dado que el principal enemigo es el imperialismo, el PC distingue, al interior de las clases dominantes nacionales, un sector retrógrado y pronorteamericano (el agrario) y un sector progresista y antinorteamericano (el industrial). Esa jerarquización, que confunde los términos del antagonismo, tiene su correlato a nivel cultural en el escamoteo de las diferencias de clase que notable en las producciones de los Centros de Cultura Popular (CPC). Si, según la perspectiva del PC, el “pueblo” es la resultante de una aleación entre masas de trabajadores, lúmpenes, intelligentzia, magnates nacionales y ejército, en los CPC quedan desmarcadas las barreras de clase que separan a productores de consumidores bajo la consigna del adiestramiento a la sintaxis de masas (Buarque de Hollanda). En lugar de económica y efectivamente descriptiva de las condiciones de producción, la opción de esta tendencia nacional-popular en la cultura es moral y su modelo, una construcción idealizada del campesino no corrompido por la maquinaria capitalista.

Después del golpe del 64, la izquierda continúa hegemonizando el campo cultural pero pierde masividad; a partir de entonces son los estudiantes universitarios los que se convirtieron en receptor o consumidor principal (Schwarz). La inmovilidad a la cual queda reducida la izquierda partidaria forma una corriente de opinión, difusa al comienzo, después más convencida, que postula la necesidad de constituir una vanguardia revolucionaria para enfrentar al gobierno de facto; de ese consenso parcial surgen grupos guerrilleros cuya principal fuente reclutamiento proviene del propio estudiantado (Ridenti). Otro dato del período lo constituye el show Opinião, montado por el Teatro de Arena que dirigía Augusto Boal. Según Schwarz, que lo interpreta como la primera respuesta artística al golpe de Estado, el fracaso del proyecto se produce por la falta de absorción de las crítica al populismo que ya circulaban con abundancia; si los lazos con las masas estaban neutralizados, espectáculos como éste resultaban tautológicos en lo que respecta a la relación entre los productores y el público (dominantemente estudiantil).  Hacia 1968 ocurre el llamado golpe dentro del golpe, que multiplica los focos de disciplinamiento y censura teniendo en cuenta el fortalecimiento del vínculo entre los movimientos armados y su propaganda ideológica universitaria e intelectual en sentido amplio.

 

2. Tropicalismo

“Estas palabras são de testemunho e interrogação das relações entre os grupos humanos”, escribe Caetano Veloso en las líneas finales de su autobiografía. En efecto, el libro funciona perspicazmente a modo de guía en la exploración del tropicalismo considerado como grupo o comunidad estética. Sin embargo, para un análisis, hay que tener en cuenta que no se trata de un reflejo ni inmediato ni directo ni inocente de esas cuestiones, dado que Veloso jerarquiza y selecciona, en la retrospección, algunos datos y momentos específicos en función del presente de enunciación. El libro describe un trayecto que revisa el pasado a la luz del presente y viceversa, y que incluso, sobre el final, esboza algunas ideas sobre el futuro político-cultural de la nación y el continente. Por esa razón encarar un estudio del tropicalismo en sus términos implica tener presente la figura mediadora, nada transparente, de la lectura, es decir, al propio Veloso, y en consecuencia ciertas proyecciones del tropicalismo a lo largo del tiempo.

 

3. La muerte del populismo

Refiriéndose a un tramo de Terra em Transe, la película de Glauber Rocha estrenada en 1967, en el que el poeta-protagonista le tapa la boca a un obrero sindicalizado y dice “¡Isto é o Povo! Un imbecil, um analfabeto, um despolitizado”, después de lo cual un lumpen quiere tomar la palabra y revólver en mano lo callan, escribe Caetano Veloso:

Vivi essa cena -es as cenas de reação indignada que ella suscitou em rodas de bar- como o núcleo de um  grande acontecimiento cuyo nome breve que hoje lhe posso dar não me ocorreria com tanta facilidade então (e por isso eu buscava mil maneiras de dizê-lo para mim mesmo e para os outros): a morte do populismo (…) Nada do que veio a se chamar do “tropicalismo” teria tido lugar sem esse momento traumatico.

El tropicalismo compartirá con el film del Cinema Novo esa impronta liberadora que permite, según Veloso, “enquadrar o Brasil de uma perspectiva ampla, permitindo miradas criticas de natureza antropológica, mítica, mística, formalista e moral com que nem se sonhava”. Una manera de posicionarse dentro del campo artístico será tratar polémicamente con los movimientos de izquierda nacionalistas y/o populistas en los planos políticos cultural -sea ubicándose “a su izquierda”, sea “superando la propia distinción entre derecha e izquierda. A los primeros se desacredita por ser una mera reacción al imperialismo norteamericano; a los segundos, por cierta demagogia mistificante tal como era mostrada por Glabuer Rocha en su película. En el plano específicamente musical esto implicaría oponerse a una estética arcaizante, que recusa nuevas influencias externas a la cultura brasilera y que vindica, en sus letras de protesta, a un pueblo abstracto con base en el modelo del campesino romantizado.

Muchas de las críticas que Veloso y los tropicalistas en general resultan pertinentes, lúcidas e inclusive realmente necesarias para derribar lo que Tom Zé llama “Corpo Nacional”, es decir, para despejar el campo de lo canonizado con el objetivo de producir una perspectiva renovadora. Pero es igualmente cierto que para sostener esta posición Veloso apela a un alto nivel de generalización y abstrae cantidades de datos concretos que son importantes en una comprensión de conjunto. Como apunta Marcelo Ridenti, las obras de Ferreira Gullar, Edu Lobo, Sérgio Ricardo o Augusto Boal (por poner algunos ejemplos) difícilmente pueden caracterizarse como meramente “aduladoras de los desvalidos y empobrecedoras del lenguaje”. Caetano Veloso, sigue Ridenti, rara vez personaliza sus críticas genéricas al “populismo nacionalista”; en Verdade tropical casi siempre encuentra palabras elogiosas para matizar, en nombre de la convivencia en la diversidad, las diferencias con los artistas que podrían ser identificados como adversarios del tropicalismo. En estos términos el populismo nacionalista se transforma en una caricatura. Por otro lado, es necesario agregar que las composiciones -fueran poemas u obras de teatro- que idealizaban al llamado hombre del pueblo tenía una base real: la insurgencia de los movimientos de trabajadores rurales (y no solamente rurales) durante este período histórico. Entonces el discurso del populismo nacionalista está relacionado con los movimientos efectivos en un doble sentido temporal: como causa y como consecuencia, esto es, tanto producido por esos movimientos como produciendo o al menos estimulándolos.

En La razón populista, Ernesto Laclau explica que el populismo requiere la división dicotómica de la sociedad en dos campos, uno de los cuales se presenta a sí mismo como una parte que reclama ocupar el lugar del todo. Esta dicotomía implica la división antagónica del campo social y, en ese antagonismo, el campo popular presupone como condición de su constitución la construcción de una identidad global a partir de la equivalencia de una pluralidad de demandas sociales. La construcción del “pueblo” que efectúa el populismo no es sino el intento de dar nombre a la plenitud ausente (por definición ontológica) de la comunidad. Quizás, en el caso de la sociedad brasileña de los años 60 y 70, el nombre que hegemoniza la cadena equivalencial de demandas populares dentro del sector mayoritario de la izquierda sea “antiimperialismo”. Los motivos hay que buscarlos en el sentimiento antinorteamericano derivado de la Revolución Cubana y en el hecho de que EEUU apoyó decididamente el golpe militar en Brasil. Fue en ese contexto que la izquierda entendió como una provocación el uso de materiales del arte pop, de guitarras eléctricas y de frases en inglés.

En una conclusión aproximada, habría que decir que el tropicalismo no fue o no quiso ser capaz de ver en toda su amplitud y complejidad este movimiento incorporando, a nivel político-económico y cultural, su propia demanda a la cadena equivalencial; al mismo tiempo hay que reconocer que fue precisamente la hegemonía del significante antiimperialismo la que le impidió a la izquierda brasilera una percepción ajustada de los conflictos sociales de su propio país (Schwarz), cuestión que llevó a los tropicalistas a alejarse de algunos espacios que en otro momento compartían con ella.

 

4. Nacionalismo y Antropofagia

Los tropicalistas exponen caóticamente y con vigor la contradicción que entraña una posición nacionalista ortodoxa: el nacionalismo denuncia las costumbres, ideas, modas o doctrinas que no tienen un origen nacional, pero la propia idea de nacionalismo es una idea foránea. Esto es lo que se conoce con el nombre de “excepción fundadora”, es decir, el hecho de que la norma manifiesta una transgresión que le es inherente porque no puede convertirse en un elemento del conjunto que ella misma delimita (Scavino). El procedimiento que exhibe estas contradicciones es en muchos casos la parodia, cuyo objetivo no es ridiculizar o extremar la postura parodiada colocándose en un exterior impoluto o en un lugar de antítesis sino que, como escribe Veloso, “toda paródia de patriotismo é uma forma de patriotismo”. El tropicalismo ama lo que satiriza. En estos términos la parodia puede ser leída como una forma de idealismo porque “o riso que provoca pode ser proposto como un substitutivo do reprimido, ou do sentido que pdoeria ter sido e não poder ser” (Favaretto).

Para entender hasta qué punto, como señala Ridenti, el tropicalismo está marcado por la formación político-cultural de los años 50 y 60 y que por lo tanto no se trató de una ruptura radical sino de un fruto diferenciado conviene apelar a la diferenciación entre dos tipos de nacionalismo que propone Haroldo de Campos en “De la razón antropofágica”. Por un lado existe el “nacionalismo ontológico”, que busca detectar el momento en que encarna el espíritu del Logos nacional y oscurecer las diferenciar para despejar el camino. Ese instante de plenitud es la sustancia que se desarrolla a través del tiempo en diferentes corporizaciones. El nacionalismo “diferencial” o “modal”, cuyas características de perciben en la ideología del tropicalismo, es en cambio un movimiento dialógico en el que interviene la necesidad de pensar la diferencia, el des-carácter, la ruptura sin “unción platónica del origen”. Un caso ejemplar es la “antropofagia” de Oswald de Andrade, a cuyas premisas suscribieron activamente los tropicalistas (“El tropicalismo es un neo-antropofagismo”, dijo Veloso en una entrevista) y que postula un pensamiento de la nacional en relación dialéctica con lo universal a través de la devoración crítica. Veloso le dedica un capítulo entero de su autobiografía y la entiende como una manera de radicalizar la cuestión de la identidad nacional; por ejemplo, el uso de las guitarras eléctricas no sería una apropiación reverente o sumisa de la cultura norteamericana, sino una manera salvaje e irrespetuosa de usar materiales que pueden adquirir una función productiva distinta y determinada en el contexto de la sociedad brasilera Todavía en 1994, en una conferencia titulada “Diferentemente dos americanos do Norte”, decía Veloso: “eu penso que o Brasil debe tornar-se o mas diferente de si mesmo que lhe for possível para encontrar-se”.

 

5. Ambigüedad o dialéctica negativa

La ambigüedad o lo que inclusive, teniendo en cuenta el procedimiento de tensionar dos polos sin llegar a una síntesis totalizante, podríamos denominar “dialéctica negativa”, es una constante del movimiento tropicalista que permea también gran parte de la actitud enunciativa de Verdade tropical. Un ejemplo es la postura en relación con los EEUU. Por un lado, se puede reconocer en el tropicalismo un componente regionalista cuya máxima expresión está en la canción “Soy loco por ti, América”; este reconocimiento lo efectúa Augusto de Campos cuando habla de “crear una canción que integrase a toda Latinoamérica, con su problemática común. Tropicalismo anti-Monroe: la América para los latinoamericanos”. Por otro lado, existe un componente de admiración y amor por los Estados Unidos, que Veloso ha radicalizado cuando, en recientes entrevistas y prácticamente negando la huella del tema de Gil y Capinam, afirmó preferir a los Estados Unidos antes que a Cuba. Similar ambigüedad también es perceptible en el vaivén entre la identificación con el liberalismo mercantil y la identificación con la guerrilla revolucionaria.

En todo caso, la parodia como método de exposición de contradicciones genera lecturas políticas distintas e incluso contrarias. Roberto Schwarz, hablando sobre la convivencia entre lo arcaico y lo moderno en las canciones tropicalistas, entiende que “é incerta a linha entre sensibilidade e oportunismo, entre critica e integração”. Lo que se impugna es cierta indiferencia, como perspectiva subjetiva, respecto de los materiales presentados y, en última instancia, la imposibilidad de lograr una síntesis objetiva. Esa critica de Schwarz, a su vez, ha sido objetada y acusada de lukácsiana en numerosas ocasiones; Veloso menciona el artículo en su libro pero el comentario es pasajero (se limita a decir que la lectura resulta finalmente empobrecedora) y si bien es cierto que la respuesta más frontal aparece en la canción “Love, love, love” (en la que se afirma un Brasil “absurdo”), no menos cierto es que algo del orden de la síntesis reclamada por el crítico marxista se advierte en algunos textos posteriores de Caetano incluyendo la autobiografía.

Una de las mayores virtudes de Verdade tropical es estilística. Caetano Veloso se destaca por la lucidez y elegancia con que retrata, por ejemplo, los perfiles de todos aquellos personajes vinculados con el tropicalismo. Lo que llama la atención, además, en esos retratos, es un muy acentuado mecanismo de matización y contradicción por el cual se afirma algo de alguien y líneas más adelante se lo relativiza hasta llegar muchas veces a negarlo o afirmar lo contrario. Las excepciones probablemente sean los casos de Geraldo Vandré y Augusto Boal, a quienes Veloso amonesta sin muchos atenuantes. Lejos de ser un modismo casual, este efecto parece buscado y conecta de manera significativa con la postura ambigua del tropicalismo. La perspectiva final es la de un cierto ecumenismo en la que los polos colisionan con tranquilidad y consenso salvando la figura del que los comprende (en su doble sentido) y los hace colisionar, es decir, Veloso.

En una dialéctica/parodia que se afirma en la negatividad no hay síntesis conclusiva y totalizadora. Desde esa óptica se puede abonar la idea de Celso Favaretto de que los tropicalistas absorben la ambivalencia del carnaval y, en ese carnavalización del lenguaje, las palabras son dramatizadas y el sujeto de suprime. El texto carnavalesco, por lo tanto, no sería ideológico sino un dispositivo que expone las ideologías en su confrontación. Sin embargo es posible hacer una lectura exactamente opuesta en la que el lugar de síntesis de ese aparato discursivo sería justamente la compleja figura autoral.

 

6. La utopía tropicalista

A la hora de escribir su autobiografía y otros textos sueltos, Veloso parece haber asimilado la siguiente observación de Favaretto: “Vista à luz de utopia, é certo que a critica tropicalista poder ser considerada inócua, pos suas manifestações se esgotavam no próprio momento da ocorrência sem propor nenhum modelo que preenchese o vazio resultante”. En efecto, el tropicalismo había dado su mayor batalla oponiéndole, a la rigidez de la izquierda, una politización del cuerpo y del goce; en términos de tendencia, se trataba de un anarquismo sin valores iluministas, menos preocupado por las posibilidades concretas del futuro que por la localización de los núcleos de totalitarismo en la vitalidad del presente.

En la conferencia “Diferentemente dos americanos do Norte” (1993) y en Verdade tropical, Veloso, en un pase de manos maestro, dialécticamente niega y afirma al tropicalismo, anudando su legado, que él representa en persona, al de la comunidad por venir.

O desejo de esboçar novas utopias debe nascer em mim menos da necessidade de contrastar com esse ambiente desencantado do que da responsabilidade de compensar minha própria participação do sentimiento de desencanto. Refiro-me aquí a minha atuação en musica popular desde meados da década de 60, e, sobretudo, ás atitudes algo escandaloas e algo superestimadas que, no final daquela década, ganharam o apelido de tropicalismo.

Veloso hace un repaso que es al mismo tiempo defensa de algunos aspectos del tropicalismo, ahora “a la luz de la utopía”, imaginando un Brasil que merezca la bossa-nova y que sea capaz de redimir el pesimismo del pasado. Idéntica actitud performativa mantiene el último capítulo de la autobiografía en el que Veloso discute con Samuel Hungtington. Entonces se percibe cómo, en el límite, Verdade tropical es, además de un intento por difundir las conquistas del movimiento, una manera de reinventarlo y de arrojarlo hacia un futuro que lo mantenga como horizonte probable. Es en esta dirección que el esfuerzo de Veloso es sintético si entendemos, como lo hace Žižek, que en ese momento dialéctico no se trata de que la tensión quede resuelta mágicamente ni de que los opuestos sean reconciliados, sino de que el único que se produce efectivamente es el subjetivo: el cambio de nuestra perspectiva.

La interpretación del tema “Tropicália” en términos no paródicos que hace, frente a Veloso (según cuenta él mismo tanto en la conferencia como en la autobiografía), el cuidador de castillo medieval portugués es elocuente. “Eu organizo o movimento”, por ejemplo, aludiría, sin trazo de ironía, a Brasilia como realización de la profecía de D. Bosco. Veloso dice que desaprueba y aprueba, en ese orden cronológico, esta versión.

 

7. Una comunidad estética

Parte considerable de Verdade tropical es un intento por darle sentido retrospectivo al tropicalismo o por hacer una relectura a la luz del presente. Sin embargo en este punto el autor también es lúdicamente ambiguo y alterna entre un esquema más o menos evolutivo del movimiento, de cuyas implicancias político-culturales se muestra siempre conciente, y otro esquema marcado por la discontinuidad en donde son diferentes acontecimientos los que van otorgándole sentido a un movimiento vacilante y siempre en transformación. La figura tonal que se desprende del primer esquema es la de un Veloso autocomplaciente, que insiste que en confrontar su lucidez con la medianía intelectual del resto del arco de la cultura; en el segundo esquema Veloso se refiere a sí mismo en términos distintos, por ejemplo cuando reconoce que en los comienzos de el golpe de estado él era “psicológica e, sobretudo, políticamente imaturo” o cuando afirma que en el momento en que lo llevaban a la comisaría imagina que el oficial los trataría como “rapazes interessados apenas em divertir o público”. De todos modos, sea bajo la máscara de la inmodestia o de la inocencia, lo que resulta recurrente es el intento por justificar el punto de vista del tropicalismo y su vigencia para la actualidad y el futuro.

El tropicalismo se opone a la construcción de un colectivo en los términos de “pueblo” que eran usuales en la izquierda brasileña. En consonancia con algunos conceptos del posestructuralismo, particularmente con las ideas foucaultiano-deleuzianas de intelectual local y micropolítica, se piensa como grupo social reducido, generado en la intersección de algunos subgrupos y que no representa, ni en sentido parlamentarista ni vanguardista, a un espacio o grupo mayor. En su autobiografía Veloso se retrata como el líder que reúne los elementos de esos diferentes subgrupos y los dispone siempre en relación con el grupo “núcleo”. Ninguna escena trascendental los reúne; lo contrario, en todo caso, es cierto: el tropicalismo encuentra su punto nuclear ahí donde se ponen en cuestión las identidades fijas y las esencias. Esto se puede vincular con las hipótesis que desarrolla Roberto Esposito en torno del llamado problema de la comunidad. En Communitas, mediante un enfoque principalmente etimológico, Esposito demuestra cómo, en lugar de apuntar a la territorialidad de lo propio, la comunidad es justamente el espacio en donde lo propio se termina, empieza lo público y acontece la confrontación con un afuera dinámico que implica no solamente a lo otro sino también a lo otro de lo otro. La comunidad es un “puro vínculo” inesencial, es decir, sin origen, sustancia o sujeto trascendental y determinante, y que se organiza en torno de un vacío o de una falta. La voz “communis”, en su acepción primitiva, significaba no sólo popular o “vulgar” sino también “impuro”, por lo cual la comunidad reconoce un elemento mixto o mestizo que cierra la posibilidad de pensar en términos de fundamentos e identidades puntuales.

El “nosotros” al que alude Veloso tiene un valor performativo: no se refiere a un grupo preexistente sino a un destinatario que puede identificarse o no con ese nombre. Es en este sentido performativo, inesencial, impuro y mestizo que Veloso recupera al tropicalismo –por ejemplo cuando dice que sincretismo es la palabra clave para entenderlo. A través del pastiche, la parodia o el montaje, se afirma la “impropiedad” constitutiva de la sociedad brasilera al mismo que tiempo que se exponen las contradicciones de algunos discursos nacionalistas que pensaban y piensan en relación con la idea de “propiedad”. Desde este punto de vista, el sistema de impropiedad que confronta a la comunidad con su afuera es, si no una virtud, al menos una carga potencial que aumenta las chances de reflexión (invirtiendo una objeción de Roberto Schwarz) sobre la nacionalidad.

Ahora bien, ¿cómo evaluaríamos esa ejemplaridad del discurso tropicalista no ya en los años 60 sino en la actualidad? Disponemos de algunas frases de Veloso para empezar a responder esa pregunta. La primera es la del sincretismo como término clave para entender el tropicalismo; la segunda, “reconhecíamos a alegria neccesária que há em alguén achar-se participando de uma comunidade cultural urbana individualista universalizante e internacional”, la tercera:


Hoje são muitas as evidências de que, por un lado, qualquer tentativa de não alinhamiento como os interesses de Occidente capitalista resultaria em monstruosas agressões às liberdades fundamentais e, de que, por outro lado, todo projeto nacionalista de independência econômica levaria a un fechamento do pais à modernidade.

Si la postura tropicalista fue de una importancia fundamental a nivel político y cultural en los años 60, cuando una izquierda mayoritariamente cerrada e inconducente hegemonizaba el campo ideológico, hoy, al menos en la inflexión de esta postura que se advierte en el discurso de Veloso, las conclusiones son distintas. Hoy los problemas del “mestizaje”, el “sincretismo”, las “minorías” son hegemónicos en lo que concierne tanto al discurso político (no importa la sinceridad en cuestión, por supuesto, sino el dato de que incluso la izquierda más anacrónica y la derecha moderada o populista los incorporaron en un espacio central de sus programas y bases) como al cultural (estudios culturales, multiculturalismo, etc.). “Entonces”, dice Žižek con alguna (no mucha) exageración:

nuestras batallas electrónicas giran sobre los derechos de las minorías étnicas, los gays y las lesbianas, los diferentes estilos de vida y otras cuestiones de ese tipo, mientras el capitalismo continúa su marcha triunfal. Hoy la teoría crítica -bajo su atuendo de crítica cultural- está ofreciendo el último servicio al desarrollo irrestricto del capitalismo al participar activamente en el esfuerzo ideológico de haer invisible la presencia de éste: en una típica “crítica cultural” posmoderna, la mínima mención al capitalismo en tanto sistema mundial tiene a despertar la acusación de “esencialismo”, “fundamentalismo” y otros delitos.

Esto no quiere decir que el libro de Caetano Veloso soslaye la dimensión mundial del sistema capitalista; lo que se evidencia, en todo caso, es que el énfasis en la cuestión sincrética y universalizante hoy desatiende aspectos centrales para pensar el problema de la organización colectiva. Algunas frases de Verdade tropical sumadas a otras declaraciones sobre los actuales gobiernos latinoamericanos (por ejemplo “No a una América Latina con líderes populistas”, por ejemplo “Lula es un analfabeto”) quizás señalen con claridad hasta qué punto la incompleta lectura sobre el populismo que habían hecho los tropicalistas en los años 60 le impide a Veloso reconocer que precisamente en esos países de Latinoamérica que no se alinearon o que rompieron con el neoliberalismo (especialmente Bolivia, Ecuador y Venezuela; secundariamente Argentina, Uruguay y Brasil) y que sostienen una alta o relativa independencia económica y un discurso nacionalista, es donde algo del orden de la comunidad, aunque no sea aquella “transhistórica” y “grecorromana” que el artista brasilero utópicamente imaginaba, puede volver a pensarse en la realidad latinoamericana.

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Referencias

Caetano Veloso: Verdade tropical, São Paulo, Compahia das Letras, 2004.

Breve esquema de contexto. Roberto Schwarz: “Cultura e politica 1964-1969”, en O pai de familia e outros estudos, Rio de Janeiro, Paz e Terra, 1978; Heloísa Buarque de Hollanda: Impressões de viagem. CPC, vanguarda e desbunde: 1960/1970, Rio de Janeiro, Aeroplano, 2004; Marcelo Ridenti: Em busca do povo brasileiro:artistas da revolução, do CPC à era da tv, Rio de Janeiro, Record, 2000.

La muerte del populismo. Tom Zé: Tropicalista lenta luta, São Paulo, PubliFolha, 2009; Ernesto Laclau: La razón populista, Buenos Aires, FCE, 2009.

Nacionalismo y Antropofagia. Dardo Scavino, “Nacionalista gringo”, en El señor, el amante y el poeta. Notas sobre la perennidad de la metafísica, Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2009; Celso Favaretto: Tropicália alegoria alegria, São Paulo, Ateliê, 2007; Haroldo de Campos, “De la razón antropofágica. Diálogo y diferencia en la cultura brasileña” en De la razón antropofágica y otros ensayos, México, Siglo XXI, 2000; Caetano Veloso: “Diferentemente dos americanos do Norte”, en O mundo não é chato, São Paulo, Companhia das Letras, 2005. La entrevista a Caetano Veloso se puede leer en Augusto de Campos: Balance(o) de la bossa nova y otras bossas, Buenos Aires, Vestales, 2006.

La utopía tropicalista. Slavoj Žižek: Órganos sin cuerpo. Sobre Deleuze y consecuencias, Valencia, Pre-Textos, 2006.

Una comunidad estética. Roberto Esposito, Communitas. Origen y destino de la comunidad, Buenos Aires, Amorrortu, 2007; Roberto Schwarz: “Las ideas fuera de lugar”, en Adriana Amante y Florencia Garramuño (comp.), Absurdo Brasil, Buenos Aires, Biblos, 2000; Slavoj Žižek, “Multiculturalismo o la lógica cultural del capitalismo multinacional”, en Estudios Culturales. Reflexiones sobre el multiculturalismo, Buenos Aires, Paidós, 2008. La entrevista “No a una América Latina con líderes populistas” puede consultarse en   www.diarioperfil.com.ar/edimp/0185/articulo.php?art=2340&ed=0187.

 

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