“Ser feliz significa poder percibirse a sí mismo sin temor”
Walter Benjamin.
La primera regla en Cynosarge 2.0 es que no hay reglas en Cynosarge 2.0. La segunda regla en Cynosarge 2.0 es que uno debe ser consciente que no hay regla alguna en Cynosarge 2.0. La tercera regla está esculpida en el frontispicio de una nueva y posible virtud: Hay que desaprender. Para ello hay que tomar conciencia de uno mismo: “No sois vuestra cuenta corriente, no sois el coche que tenéis, no sois el contenido de vuestra cartera, no sois vuestros pantalones, sois la mierda cantante y danzante del mundo”. Así espolea la conciencia el personaje Tyler Durden en el film El club de la lucha (fruto de la novela homónima de Chuck Palahniuk). Tyler Durden es el Diógenes enloquecido de los nuevos tiempos que pone a uno en su sito de un puñetazo. Pero más allá de los golpes nihilistas de Durden está el comienzo de todas las cosas. Para desaprender podemos tomar las palabras de Antístenes en boca de Estobeo, que al preguntarle cuál era el conocimiento más necesario, Antístenes dijo: “Desaprender el mal”. Por medio de la superación de las normas regresamos a la animalidad (en positivo), al desarraigo y a la expulsión de lo superfluo. El regreso a lo primitivo también lo encontramos ya en las primeras teorías anarquistas chinas del siglo III d.C. Xi Kang y Bao Jingyan, que como los cínicos discuten el lugar que se le ha dado al hombre, teorizan sobre ese regreso natural y la reconciliación con los primeros tiempos, donde el mundo ya no puede considerarse sobre la esterilidad espiritual de los medios y los fines: “Al reconciliarse con los tiempos salvajes de la humanidad primitiva, desbordan el mundo de la separación ficticia operada por la sociedad y sellada por el sacrificio para acceder a la divinidad. En una palabra, se reencuentran con la edad de oro” [1].
En Cynosarge 2.0 tan sólo se permite la entrada a los perros (kúon). Perros blancos y ágiles, sencillos. En el camino del desaprender el perro es el animal cínico de referencia. Sin ataduras y con el único objetivo de conseguir la comida y el sueño el hombre cínico abandona las normas y convenciones sociales, y pone su énfasis en la consecución de la virtud a través del sacrificio y el esfuerzo de desaprender lo conocido sirviéndose de la animalidad como evidencia contestataria. La traslación a la época actual del desprendimiento, el despojarse de lo superfluo, no deja de ser la tarea cínica más complicada, pues el pertenecer, el ser parte y engranaje de la sociedad del consumo, ser una pieza de ese sujeto globalizado en la comodidad y el ansia por poseer, ha sido enseñado desde los primeros días de vida. El hombre-objeto está henchido de deseos y aspiraciones insertadas de antemano para ser una variante sociable. Por ello que el primer objetivo del nuevo cínico, y por lo tanto del nuevo hombre, es tomar conciencia de uno mismo una vez visto por el señor que domina: siempre has sido la mierda cantante y danzante del mundo. El cinismo no deja de ser una antiteoría, el negarse a conseguir la sabiduría por medio del estudio pactado y manipulado por los intereses de los que dominan, confiar del instinto y considerarse lo que uno es, plebeyo y perro blanco, subversión. Así pues, será la sátira y la mordacidad dialéctica, la lucha sorpresiva, la que sacudirá las mentes pautadas. En el juego de los contrarios y el rebelarse contra la dominatrix jugando con su teoría, encontramos la forma de expresarse del cínico, y caminamos hacia la cuarta regla en Cynosarge 2.0.
“El que teme a los demás es esclavo sin saberlo”, Antístenes de nuevo referido por Estobeo marca, por lo tanto, nuestra cuarta norma. Y aunque fue Antístenes la génesis del cinismo, es Diógenes Laercio, el “Sócrates enloquecido”, el que lleva al extremo la forma de no-comportarse ante el poder y la norma impuesta. Brillantes anécdotas rodean la figura de Diógenes. La más erótica y exótica: la masturbación que llevó a cabo en la plaza pública y ante los ojos de todos, una clara prueba práctica tras el conocimiento de la teoría del Eros de Platón. El cínico está por las cosas, por lo que puede tocar y gustar, no por las ideas que se escapan como el humo. Al poderoso y al dominador de la (in)cultura que debe conocerse y leerse si uno aspira a ser de provecho en la sociedad actual hay que rebajarle al suelo, al nivel del barro, donde los golpes son más sucios y justos. Fue el dadaísmo, como corriente de vanguardia más cercana, la que atacó el arte desde la raíz cínica. Una bofetada con la mano abierta. El radicalismo literario y filosófico batalló en sus filas contra la seriedad de la cultura. Y es que es el caos el modelo vital cínico y dadaísta por excelencia. Y el caos necesita de la ciudad. El cínico moderno, de la misma forma que lo fue el clásico, no debe vivir en el medio natural sin más, apartado del hombre que alguna vez fue su semejante, sino insertado entre sus filas. Aunque actualmente el cinismo vive oculto y es agente secreto en las ciudades, en los grandes grupos corporativos, ha sido trasladado a las clases altas y dominantes, pero en perjuicio del mortal común y para ensalzar los fines poderosos. María Antonieta es la musa del “alto cinismo”, aquella que los directivos tienen retratada en la mesa de su despacho, junto a las fotografías de su perfecta familia. Cuando la plebe pidió harina y trigo, porque no tenían pan a causa de una hambruna general María Antonieta respondió: “¡Que coman pasteles!”. Anécdota para contar por más de un directivo cínico en el lunch corporativo. Así, el término “cínico” ha sido degradado hasta que ha perdido todo su significado clásico para mostrar tan sólo una forma de comportarse alejada de los primeros valores. La virtud cínica ha sido desatomizada en la máquina del poder y ha surgido un elemento más para poder someter a media carcajada. Se repudia la humildad. Se alaba la riqueza. A propósito de la prosperidad de los hombres, Diógenes reprochaba diciendo que en sus súplicas piden lo que creen ser bienes, pero no lo son en realidad.
Es la toma de conciencia del dominado de lo que más necesita este tiempo crítico. Mear contra el viento. Si el nuevo hombre aspira a la virtud, a la renuncia de lo conocido, debe batallar desde la sátira, dar libertad a la palabra. O inteligencia o una cuerda para ahorcarse, dice Diógenes. Y es que “el idealismo sólo ve lo verdadero, lo bello y lo bueno, mientras que la sátira ve incluso lo que es ridículo” (…) “A menudo, lo mejor de los “grandes conocimientos” se manifiesta en las bromas que se pueden hacer sobre los mismos”. [2] Ligando con el dadaísmo, es la ‘Patafísica otra manifestación artística para combatir a la seriedad desde la creación. La ‘Patafísica, ciencia que estudia las excepciones y que aún hoy en día está en forma, hace que la realidad que conocemos explote por falsa, creando un nuevo universo irónico, caóticamente creativo, infantil, lleno de juegos y extravagancias, de contrarios. Boris Vian explicó: “Uno de los principios fundamentales de la ‘Patafísica es el de la equivalencia de los contrarios. Es tal vez eso lo que explica el rechazo que manifestamos de lo que es considerado serio y de lo que no lo es, porque para nosotros “serio” o “no serio” es exactamente lo mismo. Éso es ‘Patafísica. La sátira actúa como un golpe acertado en la nariz del durmiente, despierta la conciencia y el que está enfrente abandona el letargo. Es precisamente el miedo a la libertad, del que hablaba Erich Fromm lo que el hombre de hoy convierte en religión. La libertad es un acto de fe. Y nadie está dispuesto a asumir el camino de la fe y de la virtud, si eso no va a suponer o un incentivo económico o mayor seguridad. El autocontrol es la nueva adoración, servida en la sopa de cada día y digerida con agrado. Y hay que morder, no sólo comer la sopa reconfortante de cada día. El perro en Cynosarge 2.0 debe morder a los malvados, así contestó Diógenes a la pregunta de por qué tenía el sobrenombre de “perro”: “Porque muevo el rabo contento a los que me dan algo, y ladro a los que no me dan y muerdo a los malvados”.
Si la sátira y la lucha satírica están englobadas en la cuarta regla en Cynosarge 2.0, es la ausencia de fama (adoxia) la quinta. Ausencia de honores entroncada, claro está, con el camino del desaprender. El sabio, como en un ejercicio de ascesis, es el hombre que está por llegar y que en su momento ya fue, el hombre que debe dejar a un lado el placer hedonista, que descarga el morral de los bienes que no tienen sentido más que el de la posesión por la posesión y renuncia a toda fama superflua. En la desaparición del “gran nombre” de aquel que aspira a ser reconocido está la senda de la virtud. La dicha está asegurada dependiendo de cómo vivamos. No exenta de riesgo y sacrificios. La imagen del cínico, en su forma estética, se asemeja a la de El Ermitaño en la carta número nueve del Tarot de Marsella. Con tan sólo una capa que cubra el cuerpo, un morral y un báculo. Más allá del cumplimiento exacto del atuendo lo que se nos representa es un ser que despojado de todo lo excesivo aspira al conocimiento a través de la virtud, que se basa en los actos, y aspira al regreso al hombre, siempre en busca permanente de una realidad más profunda. Casualmente, también encontramos en la carta de El Loco, que camina con un hatillo a la espalda, a un perro blanco que muerde los talones del mismo, como el perro cínico que espolea la conciencia y despierta al hombre que duerme. El Loco como anarquía y Cosmos es representación del hombre primitivo que uno puede llegar a ser. Y El Ermitaño sostiene un fanal, el de la sabiduría y la verdad, como en su tiempo lo sostuvo Diógenes y caminó con él buscando durante el día al hombre, a un solo hombre, sin encontrarlo. El morral del sabio cínico tiene que prescindir de los honores, portar tan sólo la modestia, que es la carga más ligera posible, la que hará del camino un lugar reconfortante para el espíritu y el camino hacia la virtud, el ideal último de toda vida, como refirió Antístenes. ¿Y qué hay al final del camino? ¿Y qué hay detrás de la ventana? La felicidad, ideal socrático, espera la llegada del nuevo cínico. Aunque bien está recordar que no es el fin lo más valioso, ni el medio, sino la naturaleza. Traigamos el ideal de Antístenes en palabras de Diógenes: “Aquel que aspira a la inmortalidad debe llevar una vida sana y justa”.
La sexta regla en Cynosarge 2.0 es la anarquía. Regresemos a Bao Jingyan. En su polémica con Baopuzi, al respecto de la inutilidad de los Príncipes [3], es evidente que el Príncipe tiene un fundamento único de ser: la dominación de los débiles. De hecho, en la remota antigüedad no había ni príncipes ni vasallos, ninguna imposición, pero los hombres se fueron alejando de sus orígenes, dando la espalda a la simplicidad primordial. Podemos relacionar la afirmación siguiente con el hoy más actual: “por mucho que intenten equiparar al príncipe con un padre, de confundir la piedad filial con la obediencia al superior, la ausencia de príncipes no puede en ningún caso resultar peor que su existencia. (…) Antes se elaboraban alimentos y bebidas tan solo para calmar el hambre y la sed mientras que ahora se queman bosques enteros, se vacían los manantiales, se sacrifican rebaños”. Anarquía porque vivir en la ciudad, acercarse a la cosa pública, siguiendo las tesis de Antístenes, no debe suponer aproximarse demasiado al poder y a la política hasta que uno se queme, ni alejarse tanto de ella hasta que uno sienta verdadero frío. La anarquía es la opción más acertada para desarrollar el cinismo en toda su extensión. El anarquismo político y el anarquismo religioso (ambos para el cínico clásico van de la mano pues son representación de poder) no es un alejamiento total. El alejamiento total se da con el asceta en su grado más radical, que es un alejamiento y un apartarse voluntario y definitivo, un estar en el mundo pero fuera del mundo. En la anarquía no hay amos, no hay sumisión. Ningún Alejandro Magno nos tapa el sol. En el caos reside el origen y el orden natural de las cosas. El país de los cuantos reordena la física clásica, nos descubre que nuestras premisas deben estudiarse de nuevo, que deben contemplarse los sistemas matemáticos no lineales como ya hizo Poincaré. La política y el hombre tienen que revisar su sistema vital no lineal, no temer a la libertad y conocer todas las posibilidades. Para ello debe valerse del cinismo, la sátira, la virtud a través del sacrificio de los bienes, la vuelta al estado primitivo y primordial, la ausencia de fama y la desinhibición, la jovialidad, el no depender de la norma de la ciudad, tenerse a sí mismo, la tranquilidad de espíritu y la mirada grosera, la conciencia feliz, la espontaneidad, la broma. Mear contra el viento. Ser un verdadero perro.
La séptima regla en Cynosarge 2.0 es no olvidar lo que se ha aprendido.
En la octava y última regla en Cynosarge 2.0, pese a que, lector mío, ahora te acomodas en el sofá hacia el final del texto, traemos de nuevo a Tyler Durden. El cinismo nunca fue lectura placentera: ¡Hay que golpear!
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Notas
[1] LEVI, JEAN. Elogio de la anarquía por dos excéntricos chinos del siglo III. Pág. 32. Pepitas de calabaza ed. 2009.
[2] SLOTERDIJK, PETER. Crítica de la razón cínica. Pág. 428. Ediciones Siruela, 2003.
[3] Elogio de la anarquía. Págs. 47 a 94. Pepitas de calabaza ed. 2009