NGC 224 de Héctor Hernández Montecinos
José Molina
“No hay poetas jóvenes, lo que existen son escrituras nuevas o nada” cita que expone HH en su reciente libro NGC 224 (Litoral, 2009).
Esto es, ya no hay inmunidad para los que deseaban aparecer bajo la sombra del recato como las jóvenes esperanzas, apenas existe escritura o no. Lo más interesante resulta el salto con el que HH emprende el recorrido por esta nueva galaxia: NGC 224. Escribiendo en los márgenes, no de las páginas sino de las ciudades, los poemas son trayectos, inician en São Paulo y terminan en Buenos Aires o entre Lima y San José, de Zacatecas a San Cristóbal pasando por todos lados, el viaje no es metáfora y en el movimiento la escritura se hace más maciza. La partida, que aquí no es inicio, se inscribe como una larga despedida de Chile, “La interpretación de mis sueños,” con los rencores y la rabia que se producen en la separación –y “si esto no es un poema de amor/ no sé qué pueda llegar a ser.” Después el tono se reincorpora en la combustión interna, esa misma que inflama los Poemas para muchachos en llamas, en cuanto lo que es posible, lo que está enfrente: continuo renacimiento –magistralmente expresado por Eduardo Milán como “fénix de sí mismo.” Dinámica de reescrituras, “desde los ojos todo es reescritura,” nos dice el autor y esta nomenclatura propone una nueva dimensión a la estética del fingimiento de Pessoa: la experiencia es escritura pero la poesía es abandono quizá sólo observable desde otra galaxia y con telescopio. No por casualidad encontramos “como que quise vivir todo de nuevo/ desde los diecinueve años en adelante” en el poema “Mis muñecas aún lloran,” o “cualquier dolor es la excusa/ para un dolor mayor que se nos estaba olvidando” de “Autorizado a la invisibilidad.” Reescribir se convierte en compromiso para quien puede leer los avisos del tiempo y en el ABC de la lectura el mundo es revisión. De este modo HH, como todo valiente Héctor al defender lo que parece perdido, se da a la tarea de leer las luces de las ciudades y conformar nuevas constelaciones, atraviesa el bosque pero hace caso omiso de las miradas familiares y como buen sagitario apunta, por necedad o accidente, hacia las estrellas.
ENGENDRO
Una reescritura es una incógnita, una X, una máquina de suspensión; no sentido sino sentido, no corrección sino imaginación: delirio
palabras
videncias
sueños
imágenes
pero todos creen que existen
Qué se puede decir
si uno sólo con respirar miente
como al caminar y hacer que se va mirando
o al hablar de las casas,
todas son polvo y humedad
y desaparecen cuando se duerme.
Todo el día hay palabras
algunas tienen ventanas
otras alfombras y luz
¿cómo se hizo la alfombra?
para tapar el significado con el significante
¿entendieron?
yo tampoco
no hay nada nuevo en la galaxia
a lo más ovnis y abducciones
que no me preocupan más que leer y escribir a la vez.
El problema es todo lo que se puede
decir en dos páginas a partir de un libro
y sobre cualquier poeta en México.
Lindos: varios pero me gusta uno solo
Mafiosillos: como en todos lados
Ambiciosos: a más dinero más barato lo vendes
Borrachines: menos que allá o más dignos
Delirantes: siempre pocos y ninguneados
Si algo sobra en este mundo
son poetas,
suman más que los policías y los delincuentes juntos,
pero nunca están de moda,
a veces sí, unos cuantos locos
unos cuantos suicidas,
esos que escriben al azar como yo.
Sabías que algunos de los poetas muertos
oyen la lluvia sobre sus cabezas
entre el infierno y el pavimento;
esta noche creo que la reescritura
es acostarse con un cadáver pícaro
y engendrar un monstruo,
pasar de la lengua materna a la lengua mutante
ni muy vivo, ni muy muerto
mejor sentado en una cama, en un coche o en una banqueta.
Da un poco de escalofrío la reproducción,
el hecho de que se lean
con su no sé qué.