Con la insurrección de la Policía Nacional en Ecuador vuelve la preocupación de Golpes de Estado a gobiernos democráticamente elegidos en algunos países de América Latina. También vuelven algunos análisis maniqueos que detrás de esas insurrecciones debe estar obligadamente una oposición manejada por la burguesía, el imperialismo, la derecha diabólica.
Es cierto que no estamos a fines del siglo XIX, ni menos en el siglo XX incluyendo el periodo de la guerra fría, la revolución cubana, el gobierno de Allende, la revolución sandinista, la guerras civiles en América Central, las dictaduras en el Cono Sur. Allí está la historia de una América Latina intervenida directa e indirecta por los Estados Unidos. Así como intervenida también por la ex Union soviética o todo el pensamiento marxista que alimentó teórica y prácticamente a movimientos revolucionarios y grupos de liberación nacional. Nuestra América Latina se ha movido continuamente por doscientos años hasta ahora en una historia de democracias representativas más o menos imperfectas, utopías y dictaduras.
Innegable fue el cambio posterior que trajo consigo el desmoronamiento de la ex Union Soviética y como efecto dominó se derrumbó luego todo el campo socialista. Innegable también que la apertura de las economía neoliberales aceleró una globalización si bien desigual pero también innegable en el desarrollo de la tecnología digital y la información. Unos impusieron el nuevo sistema a la fuerza como fue el caso chileno con las diez modernizaciones de la dictadura de Pinochet. Otros a través de sus propias democracias nacientes que no quedaba otra que integrarse al sistema de comercio global.
En Chile los gobiernos concertacionistas continuaron el proceso de integración de Chile al mercado global. Con todas las críticas que se les hacen a esos gobiernos, Chile no estaría sin embargo en el nivel de desarrollo económico que ahora tiene si otra hubiera sido su realidad. Una vía tipo Hugo Chávez o la de Ortega en Nicaragua, o de Correa en Ecuador o Morales en Bolivia. Si Chile fuera en estos momentos parte del ALBA (creada por Chávez) probablemente estaría en la misma situación socialmente inestable de esos países.
Eso se comprueba si se analiza lo que ocurre en esos países que ha organizado Chávez bajo “el nuevo socialismo del siglo XXI” o la otra alternativa al neoliberalismo, al nuevo colonialismo, al imperialismo, a la oposición aliada a intereses extranjeros. Todos esos términos se les escuchan continuamente en sus discursos a Chávez, Ortega, Morales, Correa.
Todos condenamos los Golpes de Estado en sociedades donde presidentes han sido elegidos por el voto popular. No es ese el problema. El problema es que estos nuevos caudillo socialistas, usando aquella democracia que les ha permitido llegar al poder, ahora la revierten para transformar su país en un experimento socialista del siglo XXI. No es ningún azar que la inauguración del ALBA haya sido en Habana, Cuba, y luego allí mismo ambién en años posteriores.
Tampoco es un azar que esos países, principalmente Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Ecuador tengan el mismo objetivo de cambiar la constitución o eliminar los partidos de oposición que consideran grupos de la burguesía, aliados al imperio. Gobernar por decretos (Venezuela, Nicaragua, Ecuador son ejemplos muy claros), o crear leyes para disolver cuando deseen al parlamento o sus Asambleas Nacionales como Correa lo está anunciando. O controlar los medios masivos (fundamentalmente la televisión caso de Venezuela) y crear así la división odiosa entre “el pueblo” y “la oposición aliada al imperio”.
Proponer una sociedad mejor para todos es un sueño del que América Latina ha deseado por doscientos años través de unas democracias imperfectas y de unas utopías socialistas. Nuestra historia ha sido aquella, interrumpida también por la reacción de violentas dictaduras militares.
Lo de Ecuador en recientes días muestra la inestabilidad de ciertas sociedades cuando se echa andar un sistema impuesto a raja tabla porque se está seguro que es el mejor y el otro, el neoliberalismo, la globalización, en cambio es una presencia diabólica que hay que exterminar. El apoyar al presidente Correa no es ninguna contradicción. Se le apoya porque se respeta su condición de presidente elegido por votación popular. Pero lo otro muy distinto es estar en desacuerdo en su propuesta, similar a todos los presidentes del ALBA. El resultado es que en estos años se ha mostrado, por el contario, en esos países, que esos nuevos socialismos están llevando a una división violenta entre sus propios ciudadanos.