1. Verlaine, Augusto de Armas, Eugénio de Castro y Almeida, Richepin, Teodoro Hannon o Léon Bloy. Y otros cuantos más. Hasta diecinueve autores publicados bajo el título de Los raros por Rubén Darío en 1896, en Buenos Aires. Veintiuno según la publicación barcelonesa de 1905. La editorial Libros del Innombrable lo publica como primer libro de su colección en 1998. Centro de la rueda de lo rarísimo. Por el título, la prosa moderna y modernista y la voluntad de dar a conocer lo diferente. Rubén Darío: “Me tocó dar a conocer en América ese movimiento y, por ello, y por mis versos de entonces, fui atacado y calificado con la inevitable palabra «decadente…»”.
2. Lo raro es exclusivo, un abocarse al mundo personalísimo del autor y una apuesta por la esencia. Al galope de lo incognoscible como un caballo loco. Y no parece que lo raro sea entendido de una manera positiva, pese a que su definición académica deja muy claro su significado: extraordinario, poco común, sobresaliente o excelente, extravagante de genio y propenso a singularizarse. La persistente planicie cultural ha mermado la capacidad de compresión de la rareza. Y etiquetamos como raro lo incomprensible, lo que se aleja de los cánones de la llanura y es ridículamente excéntrico. Se aceptan mundos básicos e infantiles (infantil en el peor sentido de la palabra, sería dichoso que fuese en un sentido dadaísta) y se desecha la extravagancia. Aunque la extravagancia sea igual a originalidad y lo raro sea el culmen de la originalidad, el éxito le está vedado. Mucho mejor descansar la sesera que aventurarse a lo raro, que suele ser complicado pues demanda esfuerzo. Qué gozo en las jodiendas televisivas de fulanito con menganita. Qué poca pasión por el azar y la confusión. Y aunque lo cotidiano es la raíz de lo raro. El problema es que no hay ojos para lo raro, para el revés de lo cotidiano, porque no hay espíritu para comprender lo raro, porque cuando lo cotidiano se desplaza y se da la vuelta ya no interesa a nadie. O a casi nadie.
3. La anormalidad de El gabinete del doctor Caligari (Robert Wiene, 1920) como primera torcedura cinematográfica. El cine distorsionado, y el delirio del poder, la denuncia que es metáfora: el pueblo dormido asesina por orden inconsciente del Estado. David Lynch metaforiza la decadencia de la familia y la sociedad en su primer film, Cabeza borradora (1977). Maestro de la rareza actual, Lynch tiene muchas complicaciones en la financiación del film. Cabeza borradora es estandarte de lo raro y lo grotesco, símbolo de los temores que amenazan en la gran ciudad y al individuo. Terry Gilliam graba su Brazil (1985) con Lowry, su personaje, aspirando a un buen puesto en el sistema burocrático del que es pieza, pero constituyendo Lowry en poco tiempo una gran amenaza para el brutal sistema. Con una estética punk y futurista, Gilliam, evidentemente, fracasa en taquilla. Las rarezas de El gabinete del doctor Caligari, Cabeza borradora y Brazil son excesivas para la llanura mental. Como lo puede ser el cine de Fernando Arrabal o de Alejandro Jodorowsky. O de Buñuel. O de Iván Zulueta. O de Park Chang-Dong. O de Béla Tarr.
4. ¿Qué pensará un habitual de las óperas dodecafónicas de la planicie lucrativa de la música? ¿Qué opinará un seguidor de los Swans, de Neu!, de Primus, de Steve Reich, de John Cage o de la psicodelia original de todo este tsunami de ausencia de rareza y estandarización comercial? ¿Puede calificarse este gusto por lo raro como un esnobismo execrable? Refutación: es una paradoja que lo raro sea crítica de la conducta del mundo o de las clases altas (Fernando Krahn y Joan Brosa sacudieron los cimientos a golpe de su Látigo de cien colas), del neoliberalismo que mantienen a costa de lo que sea los círculos de poder, y que el esnobismo suponga el deseo de pertenecer a esa clase alta, económica o intelectual. Lo raro no es esnob. Lo que es esnob son las conductas raras para aparentar una independencia que no se tiene, una obra que no se ha forjado y que es tentativa, hipócrita. Y es que en estas se une el arte con lo económico. Lo raro no es popular. No es popular porque la cultura es dinero, es fuente y fin de dinero. El valor se desplazó hace tiempo de lugar. El poder prefiere educar mal a hacerlo bien, porque hacerlo bien es darle la vuelta al sistema económico: alertar al individuo, desmitificar el objeto, despertar al durmiente. Lo raro no es popular porque lo raro es crítica destructiva del sistema. Lo raro, al fin y al cabo, es terrorismo cultural. Porque lo raro socava y bombardea conciencias, señala los atributos del individuo. Lamentablemente, lo raro no es popular. Y si lo es, es sospechosamente popular. Es el populismo económico de una obra exclusiva, con contadas excepciones.
5. Alejandro Jodorowsky, Fernando Arrabal y Roland Topor fundaron el movimiento Pánico en los años sesenta. Y aunque Pánico y ‘Patafísica no es lo mismo. Y aunque surrealismo y ‘Patafísica no es lo mismo, caiga aquí el nombre de Alfred Jarry y sus Gestas y opiniones del Doctor Faustroll. Libro póstumo de Jarry y libro total, un relato “neocientífico”, como dijo Jarry: “Dios es el punto tangente de Cero y el Infinito” (Arrabal publicó en 2007 su obra Como un paraíso de locos donde Infinto y Cero eran personajes). Jarry es origen de surrealismo, ‘Patafísica y Pánico. Jodorowsky, Arrabal y Topor son tres raros. ¡Tres raros! ¡Claro que toda vanguardia es rara! Para la época que le toca vivir la vanguardia es rara. Se comprende cuando pasan unos cuántos años. Diez, veinte, cincuenta. “El pánico es la crítica de la razón pura, es la pandilla sin leyes y sin mando, es la explosión de ‘pan’ (todo), es el respeto irrespetuoso al dios Pan, es el himno al talento loco, es el antimovimiento, es el rechazo a la ‘seriedad’, es el canto a la falta de ambigüedad… Es el arte de vivir (que tiene en cuenta la confusión y el azar), es el principio de indeterminación con la memoria de por medio… Y todo lo contrario”, comenta Arrabal sobre el Pánico. La corbata, Fando y Lis, El Topo, La montaña sagrada, Santa Sangre, por parte de Jodorowsky: películas que parten del inconsciente hacia el inconsciente del espectador y que ansían el cambio del mundo a través de la simbología que destilan. Jodorowsky en sus filmes aspira a la sanación, y es denuncia brutal del presente. Arrabal hace lo propio con Viva la muerte, Iré como un caballo loco o El árbol de Guernica, cine pánico donde la memoria, el azar y la confusión son ejes temáticos junto a la matemática, el ajedrez, la violencia o Wittgenstein. El humor negro y surrealista de Roland Topor en sus dibujos y cuentos son un puñetazo en la cara al hombre pasmado, corriente, pasajero y de estar por casa. Topor, además, interpretó a Reinfield en Nosferatu de Werner Herzog.
6. Cuando la independencia es una pose o actitud, y pasa a dependerse de todos los medios para publicitar la obra. Cuando lo raro se confunde con independiente, porque lo raro es independiente, pero hoy por hoy lo independiente no es independiente. Se es un raro dependiente de todos los medios y, por supuesto, artificial. Lo raro es marginal. Pero lo es no por pose, sino por alejamiento del gusto general. Es marginal por transitar otros recorridos mentales a los habituales, a los masticados en la sopa cultural de cada día. Osvaldo Lamborghini es raro. Macedonio Fernández es raro. Juan Emar es raro. Norah Lange es una rara.¬ Pero los cuatro son genios. Son cuatro genios raros. No han comprado su rareza. La han ganado a golpe de letra y vida. El gusto general tiene otras papilas. Los raros artificiales descansan sus posaderas en artículos vintage comprados por unos cientos de euros en el mercado. Porque tener lo extraño cuesta dinero. No digamos lo de ser raro de pose. Y hoy en día lo que es importante no es el significado de la obra, sino lo exclusivo que nos convierte lo de tener una obra rara, ser propietarios de la rareza. En la propiedad está la ilusión de la personalidad para los demás. Cuando raro es una pose, lo que tienes y lo que representas, es lo único importante. Ser raro porque eso es ser marginal, porque eso mola. Pero la rareza no se compra. Ni se supone. Se trabaja. En la obra. Desde la forma y el fondo. Que se lo digan a Arno Schmidt y a su teoría atomista sobre las palabras. Que se lo digan a Gogol, un raro en su tiempo por su “nueva” literatura. O a Kafka. Para ser raro, por cierto, tampoco es esencial ser vanguardista. Con estar alejado del convencionalismo plano de la época es suficiente. Tristemente suficiente. ™
7. Lo raro es lo cotidiano. La virtud de los raros es chupar el tuétano de lo frecuente. No situarse en la superficie. Ni del contenido ni de la forma por la forma. Miguel Espinosa:
“-Así pues, para ti, ¿lo más importante es lo cotidiano?
-Lo es. Porque muchos han hablado banalmente de lo cotidiano, piensan otros que lo cotidiano es banal; sin embargo, yo creo que, antológicamente analizado, nada hay banal bajo el sol, sino el mal arte.” *
Y la cuestión es saber eructar a los cuatro vientos. Saber hacerlo con un hacer personalísimo. Sin importar el comensal artístico que comparte mesa. Y, naturalmente, no pedir nunca perdón.
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Notas:
¬ La colección Humo hacia el sur de Ediciones Barataria recupera para la dicha del lector los textos de muchos de estos autores.
™ “Alfred Jarry muere de hambre, ¿lo sabía? Sabemos que muere de inanición. Beckett vivía en una habitación abuhardillada muy pequeña, hasta que ganó el Nobel. Y cuando ganó el Nobel se metió en una casa horrorosa de cuatro habitaciones. El chino Gao Xingjian no puede vivir de la literatura, y cuando ganó el premio Nobel se compró un piso, que es lo único que ha tenido. Por ejemplo, Breton, que antes de morir nos enseña a mi novia y a mí el recibo de sus derechos de autor con Gallimard, que es quien centraliza sus derechos de autor, y ha ganado el equivalente a 600 euros en todo el año. Breton no tenía un piso, tenía un pequeño estudio. Vivía como Jarry, entre el 2 y el 3, en el 2 y medio. Todos ellos entraron en el arte como quien entra en un convento.” Entrevista a Fernando Arrabal. Revista de Letras, julio 2011.
* Entrevista a Miguel Espinosa. Por Alfonso Martínez Mena. Pueblo, 1975