Quizá no sea el más indicado para explicare la mbore razón por la que estoy acá encerrado escuchando las alucinantes canciones de Tinariwen, solo, sin nada de alcohol y ningún joint a mano, con mis amigos a miles de leguas mombyry sin saber nada de mi.Quizá deba remitirme primero a la historia del actor pornonipónico, ese gran pelotudo que se hizo nuestro broder guaú allá por los años de jugo loko cuando se inicio la movida lisergica de los cartoneros.No es culpa de Hurakan el haberlo creado, no es culpa del Domador el haberlo iniciado en los secretos de la selva hovy, no es mia culpa ni la del Kuru haberle dado todas las prerrogativas para acceder a la dimensión ku otro de la noche de las mantarrayas cuando las Jakaroas en celo salen a cazar pichulines y nada las detiene.Fue más valé que tutti nosotros, eso es todo.
De 1 metro y cuarenta de estatura y unos ojos de teju lele que no podían estarse quietos ni un segundo, el actor porno nipónico aprendió en un syky todo lo que debía saber para poder vivir y chupar, reir y coger sin gastar ni saliva, ni neuronas.Nació para arrasar. Pero ahora que está a medio metro bajo tierra con mi yvapara oxidándose en su esternón no creo que le sirva de mucho todo lo que obtuvo.Ya se lo había advertido al mes de haberse instalado en Sexonia, no creas que podrás burlarte de un Tamaguxi, le dije al cuarto jake mate que le concedía ese asayé kaigué mientras un olor a mangos putrefactos invadía el universo.Me miró por 3 milisegundos antes de sonreir y negar con sus blanquísimos dientes lo que afirmaba con todo el resto de su maldita anatomía.
No le guardo rencor al actor pornonipónico.Ahora estoy en armonía con el cosmos.Pero no debió arrebatarnos lo único que nos alegraba los días y las noches de calora parawayensis: las yiyis culebronas, tesayayai, electrizantes toshibas twenty four horas que llamaban, venían, pulaban, y nos pintarrajeaban la piel con sus besitos hot lines. No era cuestión de tamaños tampoco, ojo, eso hay que descartarlo de entrada. Ahora que lo pienso, el verdadero hijo de la chingada fue el señor K. de la poesía parawayensis quien reveló al actor pornonipónico en una noche de chupitanga a full, que en los tiempos de Stroesner cuando el fue apresado, apaleado y descatalogado del star system de la literatura, un indio maka le enseñó la danza del tukú que volvía lokitas a whatever yiyis. El señor k había dejado ese jeroky desde que conoció a la condesa Mamy a quien juró fielidad sempiterna. Nadie debe morir con su secreto le espetó el actor fingiendo estar más kau que John Fante.El señor k le hizo jurar y rejurar que no abusaría de esa arti maña y que solo danzaría en casos de extrema soledad y kalentura, ya que si era descubierto correría peligro de muerte entre la perrada. Ani worry maestro le dijo el actor, retregándose mentalmente las bolas nipónicas.
A partir de esa noche empezaron los acontecimientos estrafalarios pero contundentes que son de conocimiento publico. Ya el escritor X.Viveros, acérrimo borgiano de Lukelandia le dedicó una apretada nota hermenéutica en el primer número de enero del 2010 de la Revista Oyote. Salvo algunos pormenores escabrosos y cursis =el mismo fue uno de los afectados, ya que su bela yiyi Valeri S. acogió en su seno un número trasnfinito de veces al malhadado actor=, se puede afirmar que el lukeño supo captar la historia del vil traidor nipóniko. Y así uno tras otro fuimos quedando en el desierto inclemente de la soledad, condenados al amor mercenario que amenazaba nuestras escuálidas arcas. Pandió el cúnico en las huestes cartoneras, hasta las delicadas princesitas de Fernando de la Mora: Vane y Tami, fieles coeforitas del Domatore cayeron ante la danza moñai del infernal actor pornonipóniko, cada vez más insaciable, cada vez más engreído que hasta se jactaba en su facebook de las futuras conquistas que haría durante la semana.
Por supuesto, dejó de frecuentar nuestro búnker en Sexonia, ahora vivía en un penthouse en el hotel Añakua con vista a la bahía, merced a la generosidad de la multimillonaria extravagante Eli Neyra, quien le bancaba tutti sus caprichos.
Cayeron Virna T, Johanna K, Rocío C. Vero, Giselle C. Maggie T, hasta la kapa Jocelyn B sucumbió ante los contoneos de ese inefable mondongo oriental que no sabía de límites. La plaga se extendió por el Mercosur y hasta recibimos un encendido y tremebundo manifiesto de nuestro bróder Washington Cucurto advirtiéndonos de que si no tomábamos alguna medida para detenerlo, nos retiraría su amizadi y todo el apoyo cumbiantero del barrio once. Esa fue la gotita que colmó el dedal de mi paciencia.
Fue asim que organicé una colecta general y llegué a recaudar los fondos suficientes para contratar a la matahari travestí más intoxicante de Rapailandia: Surfiña Miranda. No fue fácil resistirme al efecto glifosato de sus efluvios andróginos, era la yiyi que había influido en la desclasificación del dream team del equipo rapai en la ultima copa do mundo y tenía mucho que ver con la reciente reelección del presidente metalúrgico ya que había arengado a sus 23 millones de seguidores desde su orkut a que votaran por el barbado politiko quien finalmente obtuvo una holgada victoria electoral ante el braziguayo Romerito, advenedizo caníbal político que aspiraba al curul de Itamarati.
El final es aburrido.Como todo final de culebrón.Surfiña llegó a Paraguaylandia, se hospedó nel Hotel Añakua como si nada y se pasaba las tardes bebiendo ari con coca en el loby del hotel y desesperando a medio mundo con sus exuberancias despiadadas. Iba de mini saia y curtía un kiriri enigmátiko que no pudo pasar desapercibido a las antenitas koreanas de nuestro personaje.
Al tercer día se cruzaron, ella salía del ascensor y el actor estaba hablando con una chiperita en la vereda frente al hotel.Fue verla y caer prendado.Yo lo vigilaba desde otro edificio, que a su vez era vigilado por el espía de Cucurto:un tal Barilaro quien tenía expresas ordenes de informar de todos mis movimientos a su enfurruñado compatriota.Por supuesto Barilaro ni se imaginaba que era vigilado a su vez por el Kuru desde otro edificio:no dejé nada al azar, Douglas y el Domatore rastrillaban la cuadra disfrazados de planilleros colorados, y se pasaban comprando chipas y butifarras acompañados del perro Boris, nuestro gran aliado en los momentos difíciles. No hace falta decir que la chiperita tenía un extraño sotaque limeñozaragosano y era una de las inminentes conquistas del actor pornonipóniko. Ahora que lo pienso, sin la ayuda de Montse y su fiel Boris nada hubiese resultado. Fue ella quien entregó al actor la nota de puño y letra de Surfiña, proponiéndole una cita secreta nel Cerro Lambaré para la noche siguiente, donde lo quería ver bailar a la luz del ñasaindy: vou te dar tudo y mais….concluía la perfumada nota.El circulo estaba fechado, las andanzas del traidor llegaban a su fin. La noche en cuestión un falso taxi manejado por el falso taxista Timo Berger llevó a nuestro ex cuate nipónico hacia el Cerro Lambaré. Vestido de un negro endrino lo esperaba Tamaguxi quien no le dio ni tiempo de empezar su danza tembola ante la exuberante Surfiña que respalndecía como una virgencita cerca de la descomunal estatua del indio sin bola que corona el Cerro. Chau picholo nipóniko le grité al abalanzarme sobre su esmirriada espalda con mi vieja tramontina yvapara.
Sos un lokito vengador me dijo el falso taxista y verdadero berlines cuando descendíamos con el viento de la noche lambareña. En la radio sonaba un cover de Leonard Cohen por los Damas Gratis y close to me suspiraba Surfiña , temblorosa pirimbá aún bajo los efectos de la interrupta danza y tuve que darle un poco de calma. Al dejarla nel aeropuerto dos horas después,nos despedimos como dos desconocidos personajes de un cuento aún no escrito.