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FERNANDO PESSOA: EL IDIOMA Y OTRAS FICCIONES

Los visitantes de habla española pueden sorprenderse al encontrar, en el casco viejo de las ciudades brasileñas, alguna Pharmácia, en lugar de la pura y simple Farmácia, o al ver en ciertas iglesias imágenes de Christo, y eventualmente algunos Sanctos, o visitar Theatros, o descubrir en los colegios tradicionales un laboratorio de Physica o un aula de Philosophia. Efectivamente, la grafía del idioma portugués fue etimológica desde el Renacimiento (y no en la Edad Media) hasta 1911 en Portugal, y hasta 1931 en Brasil. El español, como el italiano, es un idioma de grafía mayoritariamente fonética, donde, dicho de un modo muy simple, a cada “sonido” corresponde una letra o un grupo de letras. Ya la grafía del inglés o del francés es “etimológica” porque reproduce las raíces latinas (de frecuente origen griego).

La Reforma Ortográfica de 1911 en Portugal fue sugerida por la Imprenta Nacional de Lisboa y motivada por el alto número de errores y divergencias gráficas en los mismos documentos oficiales. El entonces Gobierno Provisorio nombró una comisión que optó por desterrar la tradicional grafía etimológica. El Brasil no fue consultado, lo que suscitó las previsibles quejas de “imperialismo lingüístico”. Con perjuicios para autores y editores, la discordia duró hasta el 30 de abril de 1931, cuando las Academias de ambos países, y el propio presidente Getulio Vargas, sellaron el acuerdo que, también en Brasil, condenó a la grafía etimológica a tornarse un mero recuerdo.

Opiniones apasionadas

Un poeta como Fernando Pessoa (Lisboa, 1888-1935) no podía permanecer ajeno a la discusión entablada desde 1911. Etimologista apasionado, el autor de Mensagem soñaba con un Imperio espiritual portugués, o “Quinto Imperio”, resucitado a través del idioma cuya grafía reunía la tradición y la universalidad, como el mismo mar que, según él, “es portugués”. Difundir, ampliar y depurar la civilización portuguesa fue la finalidad de instituciones que imaginó y que en la práctica, como solía ocurrirle, nunca se realizaron: la empresa “Athena” (de la cual, por lo menos la revista llegó a existir, con 5 números, desde octubre de 1924 hasta febrero de 1925, dirigida por Pessoa y Ruy Vaz), el proyecto “Cosmópolis”, que incluía desde traducciones hasta informaciones turísticas, y el “Grémio da Cultura Portuguesa”, en el que pretendía crear las condiciones para su muy “sebastianista” proyecto imperial del idioma portugués. En todos los casos, la grafía etimológica era, para el poeta, el modo privilegiado de expresar el “espíritu” de la lengua.

Pessoa dejó así una serie de textos sobre el tema, la mayoría inéditos, guardados hoy en la Biblioteca Nacional de Lisboa bajo la clasificación “Lingüística”, en los “sobres” 123, 123A, 123B y 125A. Las editoras Assírio & Alvim de Lisboa y Companhia das Letras de San Pablo vienen publicando conjuntamente un “Fernando Pessoa definitivo” (aunque se pueda dudar que exista un día un Pessoa “definitivo”), en ediciones donde sólo difieren las carátulas y los textos de solapa. Habían aparecido hasta ahora Mensagem, Ficções do interlúdio y Livro do desassossego. A Língua Portuguesa, que aquí nos interesa, es de 1999, y reúne todos los textos “lingüísticos” del poeta, organizados por la especialista Luísa Medeiros. Se trata de un ensayo inédito de 62 páginas manuscritas, sin título original, llamado aquí “O Problema Ortográfico”, que ocupa la Parte I. En la Parte II, bajo el título “Defesa e Ilustração da Língua Portuguesa”, la organizadora reunió 43 textos breves sobre el tema, ocho de los cuales fueron redactados directamente en inglés, la segunda lengua del poeta, ideal para “enseñar”, según él, y que en esta edición comparecen en el original y en la correspondiente traducción portuguesa. Quince de esos artículos ya figuraban en Pessoa inédito, Livros Horizonte, Lisboa, 1993. El libro se cierra con las correspondientes “Notas” y un pedagógico Posfacio.

Ninguno de los textos está fechado. Ciertas menciones, sin embargo, permiten atribuirles, a algunos de ellos, una fecha aproximada. Así, el ensayo de la Parte I es necesariamente ulterior a 1931, ya que el discurso se cierra con una airada alusión al acuerdo de aquel año: “El presidente Getulio Vargas, (…) no sé qué disculpa tiene”, “(el acuerdo) fue promulgado dictatorialmente y, más tarde, cumplido por tratado entre dos dictaduras” (p. 52).

Es posible que “O Problema Ortográfico”, el ensayo más extenso, haya sido escrito con la intención de publicarlo en algún diario lisboeta. Los otros textos, en portugués o en inglés, parecen más bien reflexiones destinadas a algún ensayo ulterior. Es lo que podrían sugerir algunas ideas repetidas, en general ya contenidas en la Parte I. En todo caso, la pasión con que están escritos autoriza no sólo la publicación de estos artículos, a veces inconclusos, sino también la tentación de descubrir tras ellos al poeta Pessoa.

Tras el poeta

Por lo pronto, el acabado conocimiento que exhibe de la gramática del idioma (llega a dictar reglas, por lo demás muy razonables) y de la historia de la lengua, debe servir como una advertencia: no se es poeta sin un fino conocimiento, detallado, no sólo intuitivo, de las leyes del idioma. No existen poetas “espontáneos”. La parte de azar en la construcción del sentido debe estar siempre vigilada por la inteligencia y el conocimiento gramatical adquirido, y el idioma exige esfuerzo, estudio y hasta erudición. Por cierto, no sorprende que esta enseñanza provenga de Pessoa, constructor de ese “teatro del ser”, como lo llama Teresa Rita Lopes (Le théâtre de l’être, Ed. de la Différence, París, 1985), donde muchos poetas representaron su parte de originalidad y tragedia.

En segundo lugar, los lectores del poeta Pessoa reencontrarán esa especie de incapacidad (“¿fingida?”, interroga acertadamente la organizadora del volumen) de distinguir el puro razonamiento lógico de la carga mítica y también mística con que el poeta dota a su pensamiento. Para empezar, distingue la palabra hablada (“natural”, “momentánea”, “democrática”) de la escrita (“civilizacional”, “duradera”, “aristocrática”). El lector de la(s) obra(s) poética(s) de Pessoa (et alii) no se sorprende con el individualismo de este razonamiento. A saber, la palabra escrita pertenece a la órbita de la cultura, y “La cultura, producto del pensamiento, es un producto individual, pues sólo el individuo tiene cerebro, y por lo tanto piensa. En la esfera de su pensamiento, y por lo tanto de la palabra escrita que lo traduce y registra, el individuo es la suprema y por eso la única realidad” (p. 22). Así, es obvio que “la ortografía, siendo un fenómeno cultural, es puramente individual, no teniendo el Estado nada que ver con ella” (p. 30).

El razonamiento “poético”, si por “poético” se entiende aquí un entramado de lógica y mythos, se presenta en otra línea del pensamiento. Pessoa describe con erudición las grafías del inglés, el francés, el italiano y el español, que atribuye además a las tensiones entre “tradición” y “antitradición”, para concluir sabiamente: “En Portugal el etimologismo ortográfico fue, al comienzo, el elemento de antitradición cultural, porque fue un acto de nacionalismo. El origen, acaso instintivo e inconsciente, de nuestra ortografía, fue la necesidad de marcar de todos los modos posibles, y por lo tanto también de ese, nuestra separación de España, nuestra íntima diferencia con ella” (p. 49). Y concluye sin vacilar: “Así formado, el sistema ortográfico portugués es, y es natural que sea, tal vez el más perfecto que se conoce. Fiel, al mismo tiempo, a la cultura grecolatina, (…), y al espíritu portugués (…). Es realmente el sistema que, como por milagro, representa y se ajusta a la misión histórica de Portugal: a un tiempo, y en una unidad, nacionalista y universalista, duplica, en la expresión externa del lenguaje, los hechos de los Descubridores, cuyo supremo nacionalismo se consubstancia con su obra de dar al mundo la universalidad de los mares” (p. 51). La función casi religiosa de redención humanista que el poeta atribuye a Portugal desconoce desdeñosamente la modestia de la presencia portuguesa en el mundo, incluido el “mundo de la cultura”. Para él, no solamente “El portugués es la más rica y la más compleja de las lenguas románicas” sino que “es la lengua hablada en un gran país creciente —El Brasil” (p. 152).

Los usos del idioma

El razonamiento al mismo tiempo “lógico” y “mítico” (o ficcional) comparece también en los textos destinados a las lenguas artificales. Pessoa no desprecia en absoluto el Volapuque, el Esperanto y el Ido. Lo que sí abomina es que su criterio haya sido la facilidad, “porque lo que es fácil de aprender, no merece ser aprendido” (p.116). Pero le parece razonable la construcción de un idioma artificial (en “Língua internacional”), que sería “para intelectuales” y que podría expresarlo todo. Por cierto, el poeta no se queda en la mera teoría, sino que crea el esquema de un sistema posible, basado en el latín, pero con un rígido sistema de desinencias propias para sus casos, sin excluir nada menos que 80 tiempos verbales (y otros 80 en la voz pasiva). “Ton Paupron Spa” querría decir, en el idioma pessoano, “La esperanza de los hombres pobres”. El despliegue de lógica y de erudición impiden que el lector aquilate, durante la lectura, la posible dimensión delirante de ese discurso. Como siempre, los grandes poetas serán irremediablemente convincentes.

Con todo, Pessoa prevé que el inglés será “el latín del mundo entero” (p. 151). De hecho, el autor escribió y publicó un número considerable de poemas “ingleses”. Así, vieron la luz en 1918 Antinous y 35 Sonnets, y en 1921 English poems I-II (con “Inscriptions”) y English poems III (con “Epithalamium”). (Estos poemas existen en español, reunidos bajo el título Antínoo y Otros Poemas Ingleses, una curiosa edición trilingüe, en inglés, español y portugués, Endymión, Madrid, 1995). Los presentes textos inéditos confirman que el poeta frecuentemente “pensaba” en inglés, ya que “Un verdadero hombre sólo puede ser, con placer y provecho, bilingüe”. Y es aquí, y en ese idioma (texto 41), que el poeta explicita una idea que también debe iluminar la lectura de sus poemas ingleses: “Usando el inglés como lengua científica y general, usaremos el portugués como lengua literaria y particular. Tendremos, en el imperio como en la cultura, una vida doméstica y una vida pública. Para lo que queremos aprender, leeremos inglés; para lo que queremos sentir, portugués. Para lo que queremos enseñar, hablaremos inglés; portugués, para lo que queremos decir” (p. 151).

Es posible que con el presente proyecto “Fernando Pessoa definitivo” sigan apareciendo textos de interés relativo y que no aporten demasiado al corpus general de la obra pessoana. No fue el caso de estos inéditos de A Língua Portuguesa que exponen, en prosa abigarrada a veces, puntos de vista e ideas donde el lector reencuentra el placer de entrar a una ficción nueva, que también es el razonamiento íntimo y apasionado del poeta, o de algunos de los poetas que lo habitaron.