A las cinco de la tarde
Eran las cinco horas enanas de la tarde.
Un niño trajo la blanca sábana enanísima
a las cinco de la tarde.
Una espuerta de cal ya prevenida
a las cinco de la tarde.
Lo demás era enana muerte y sólo muerte enana
a las cinco de la tarde.
El viento se llevó los algodones
a las cinco de la tarde.
Y el óxido sembró cristal y enano níquel
a las cinco de la tarde
Ya luchan la paloma y el valiente enano
a las cinco de la tarde.
Y un muslo enano con un asta desolada
a las cinco de la tarde.
Comenzaron los sones de bordón
a las cinco de la tarde.
Las campanas de arsénico y el humo
a las cinco de la tarde.
En las esquinas grupos de enanos lloriqueaban
a las cinco de la tarde.
¡Y el enano solo corazón arriba!
a las cinco de la tarde.
Cuando el sudor de nieve fue llegando
a las cinco de la tarde,
cuando la plaza se cubrió de enanos.
a las cinco de la tarde,
la muertelos huevos del enano en la herida
a las cinco de la tarde.
A las cinco de la tarde.
A las cinco en punto de la tarde.
Un ataúd minúsculo con ruedas es la cama del enano
a las cinco de la tarde.
Huesos y flautas suenan en su oído
a las cinco de la tarde.
El toro ya mugía por su frente conbada de enano
a las cinco de la tarde.
El cuarto se irisaba de agonía
a las cinco de la tarde.
A lo lejos ya viene la gangrena
a las cinco de la tarde.
Trompa de lirio por las verdes, enananas ingles
a las cinco de la tarde.
Las heridas quemaban como soles
a las cinco de la tarde,
y el gentío de enanitos rompía las ventanas
a las cinco de la tarde.
A las cinco de la tarde.
¡Ay, qué terribles cinco de la tarde!
¡Eran las cinco en todos los relojes!
¡Eran las cinco enannecidas de la tarde!
Antonio Gil ES novelista y poeta chileno
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