25 Watts (Uruguay, 2001) es un filme escrito y dirigido por Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll. Ambos habían egresado de la Universidad Católica del Uruguay el año anterior: su tesis había sido el guión de esa película y los fundamentos teóricos que sostenían la posibilidad de postular un tipo de relato que iba en contra de los lineamientos tradicionales de la narrativa fílmica esperable en Uruguay. Uruguay, en ese momento, casi no tenía cine, y mucho menos una industria cinematográfica (ahora, 11 años después, todavía se habla de ese tema con cierto recato) pero ya tenía expectativas respecto de qué podía ser una película uruguaya de valor: algo que representara, de alguna manera, lo que éramos; que diera cuenta de la situación actual, por ejemplo, de la juventud montevideana después de la dictadura (1973-84). Y que esa representación estuviera conducida por los principios lógicos de articulación que plantean, aún hoy, los manuales de escritura de guiones: ante todo, la claridad de la exposición temática, la justificación de cada pieza del conjunto, la verosimilitud de las situaciones, la adecuación de las acciones y de los personajes a la historia a narrar.
Pues 25 Watts no es eso: lo que se narra, en blanco y negro, son las andanzas de tres jóvenes de veintipico de años de clase media, de un barrio cualquiera de Montevideo; no hay nada de espectacular, ni de decisivo, ni de importante, en sus vidas, al menos en ese segmento de unos días en que se las considera. Son jóvenes que se aburren, que hablan de cualquier cosa, que pierden el tiempo con preocupaciones banales, que no ven nada en su futuro, pero no se lo plantean de manera trágica. Por ejemplo, uno tiene que dar un examen de Italiano, y hace planes para conquistar a la profesora; otro, muy ingenuo, tiene un hermano delincuente, cuyos amigos lo ponen en situaciones molestas; el otro dejó la novia y trabaja pasando avisos de una fábrica de pastas en el auto con altoparlante de su tío: todo así, menor, sin desarrollo posible. Se dejan pasar las circunstancias, incluidos los personajes de alrededor, de manera casi casual, como eventos que siguen su propia lógica, su propio tiempo. Rebella y Stoll, que tenían la misma edad que sus protagonistas, se animaron a mostrar su universo creativo, que estaba nutrido de modelos europeos como Kaurismäki, estadounidenses como Jim Jarmusch, y sobre todo argentinos como Rodolfo Perrone, pero tenía, a su vez, sus propias líneas de fuerza. Ellos decidieron, por ejemplo, un tono cómico asordinado para las situaciones, resultado de la observación de las conductas y de la escucha de los diálogos. No se puede decir que 25 Watts sea un filme realista, sí que utiliza la realidad, y también la realidad mental de los personajes, para construir su texto como un flujo de imágenes y sonidos no centrado en un sentido general, no preocupado por conducir al espectador, sino por dejarlo entrar en cada instancia del relato de un modo no intelectual. Vale decir que, visto desde la perspectiva que dan los años, 25 Watts no es una película “de vanguardia” si por tal se entiende la afiliación a determinados principios de realización asociados a la demolición del modelo clásico; no tiene, tal vez, un método formal seguido de manera sistemática. Lo que sigue impactando es la soltura desde la cual se encara el relato, el coraje para narrar su historia desde el lenguaje fílmico, que termina, a fuerza de insistir en ciertos espacios, en ciertas situaciones menores, en cierta cualidad de lo cotidiano que no tiene pretensiones de ser representativo de nada (ni siquiera en términos de generación, como si se dijera “hablar de los jóvenes”), en el carácter casual y no causal de la sintaxis, haciendo que el espectador retenga las imágenes y los sonidos resultantes. De hecho, quedó como el primer intento del dúo Rebella-Stoll, y de su productor ejecutivo, Fernando Epstein, de la misma generación, de proponer un cine uruguayo de calidad, que se confirmó con la crítica y con la obtención de premios internacionales. Tres años más tarde ambos guionaron y dirigieron su segundo filme, Whisky, que logró tal vez mayor circulación, y que era además, a diferencia de 25 Watts, una historia con principio, medio y fin, que seguía la evolución de sus personajes (si bien de un modo ambiguo e indeterminado). La capacidad para tomar elementos del cine contemporáneo sin copiarlos, para proponer una película que fuera una película, estaba intacta. El valor pionero de 25 Watts, también.
Dos años después, uno de los dos directores, Juan Pablo Rebella, se quitó la vida y se frustró la carrera de los dos. Ambos habían creado una productora, Control Z, que es responsable de alguno de los mejores títulos del cine uruguayo. Pablo Stoll siguió, después de un tiempo, trabajando solo, y por ahora ha dirigido un solo film, Hiroshima
Saiba mais sobre o filme
- http://forum.foreignmoviesddl.org/viewtopic.php?f=17&t=12718
- http://www.festivaldelima.com/2011/films/?p=6966