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De la inexistencia Estado-nacional en poesía: el caso boliviano

los poetas pasan de largo hacia expresiones más cínicas, casi obscenas

J. C. R. Quiroga

¿Suena obsceno, dirá Ud., tras Rimbaud, que escribió lo que escribió antes de los 20, seguir hablando hoy de joven poesía? ¿Cuenta la edad — en poesía? ¿El trío autoral de Cambio climático publicaría en 50 años más, venturas mediante, un panorama de la vieja poesía boliviana, o de la tercera edad, acaso con los mismos nombres impresos en esta antología? ¿Y la pertenencia estado-nacional, cuenta? ¿En poesía? ¿La escritura poética se deja articular sin más por los ordenamientos institucionales de la cédula de identidad o ella misma traza cada vez sus tan marcados como inestables des/ordenamientos? Asolapado lector, lectora cara, no digo que no se pueda o no se deba hacer selecciones de poesía escrita por jóvenes, o que no se haya de hacer panoramas de poesía por país o por estado-nación; ni siquiera sostengo que no corresponde hacer antologías de poesía tout court. Pregunto, sigo preguntando: ¿es  bendición o maldición ser antologado/a – en poesía? ¿Es un genuino reconocimiento o un mero “hacer/se un nombre” (mera voluntad de poder de antología) o aun la vía más expedita para pasar al olvido – sobre todo cuando se es joven? ¿Alguien se acuerda de alguno de los poemas incluidos por Gabriel René-Moreno en la primera antología de poesía boliviana (publicada a mediados del siglo XIX en Santiago de Chile)? ¿Abre el santuario de tu amante seno / para guardar allí mis pensamientos (Néstor Galindo)? De cierto, siempre habrá ahí o allá una voz paternal y/o maternal (y/o de autonominado hermano mayor) que, mirándose al obligo, le sobe el lomo a los antologadores de jóvenes escritores y, al paso, a los antologados mismos: ¡fantástico, hijos míos, lo están haciendo muy bien (o muy mal, para  el caso da lo mismo), como sus padres! Cuí-da-te de las an-to-lo-gías, me soplara al oído un remotísimo brahmán cuando, a mis nóveles 25 años, errara por las orillas del Ganges (no haberle preguntado si también de sus solapas!). Suena obsceno, dirá Ud., no sólo seguir hablando sin más de poesía joven sino, y acaso doblemente, que los autores de Cambio climático me invitasen a intervenir esta solapa. ¿Estiman que he alguna noticia cierta de la poesía boliviana? La poesía chilena no existe, reitero, y por demás no es buena – ¿me extenderé ahora acerca de la deslumbrante inexistencia de la boliviana poesía? Pero. ¿Cómo no decirle al convite? Lo agradezco, de cierto, pues da pie para entrar en materia: decir una palabra acerca de lo obsceno – hoy – en poesía. A no confundir con pornografías! (Hay, dicho sea de paso, un poemario no enteramente indigno de memoria, de Jorge Kanese, que lleva por título precisamente Temwôreì. Pornografía para niños, publicado en Asunción el año pasado). Pues, otra vez, ¿cómo no darle la razón a J. C. Ramiro Quiroga, el único antologador no auto-antologado en esta auto-hétero-antología, cuando señala que el panorama es (casi) obsceno? Tal epicúreo klinamen, en cambio, climático al cabo enclíticamente declina: cuando boto las conservas vencidas por el inodoro (Emma Villazón) hallo, entre tanto, imainatátaj watusúnchij / kay wátuy mana atinata (¿cómo vamos a traducir / lo imposible — de traducir?) O, traduciendo ya al único poeta joven boliviano que se echa abiertamente de menos en esta novel escena de autoconstitución de un yoelyo etáreo-nacional: vera escritura obscena / sustráese a la escena (Arzáns de Orsúa y Vela).

Sobre Cambio Climático / Panorama de la joven poesía boliviana

(Selección, prólogo y notas de J. C. R. Quiroga, Benjamín Chávez y Jessica Freudenthal.

Ed. Fundación Patiño, La Paz, 2009)


 

 

Sergio Gareca (en Oruro)

Croema

Caoepiritan las nubatroces
sobre los vilejos bocerrajes
del yoelyo

Otros, besocupados,
mascarapiquean el ororó
más que el horará

En el aro, arrorró
cabisvalles los (s)in/dios
pachamaman y pachacuten
los machax versos subversos
de la retromatria

Otros, videosiglan
para la vigilogia
del satílote omniojoso,
enimaginario despiapiado,
croador del tierro y la ciela,
que tose:
“Bush! Bush! Bush!”
tras lo cual preocuvivientes
democratillecen fatabulosamente

Mientras, los bolivianos,
pesimimos vanoseando
la cuealidad,
futbolósofos,
chicharrónomos
lloro(már)tires…

 


Emma Villazón (en Santa Cruz de la Sierra)

Haciéndome cargo

En algún lugar, alguien viaja hacia ti,

viaja día y noche.

Anne Carson

Trato de hacer todo con cuidado.

Se me encarga que mantenga la casa en orden

y así lo hago, primero con desesperación, luego sin pensarlo

(sin preocuparme como cuando estoy frente a la luz);

entonces barro las hojas que cubren el patio,

estiro la ropa en sogas, cocino, quito el polvo,

atiendo a los capullos de las jardineras de ladrillos:

velo su crecimiento, su raro sueño de puños cerrados.

Asumo mi tarea con sudor y culpa,

pero cuando boto las conservas vencidas por el inodoro,

me quedo allí parada por varios minutos.

Es un alivio ver cómo el agua limpia absorbe y se lleva todo.

Descanso increíblemente viendo cómo es succionado

el mal olor de nuestras vidas, y emerge de eso que parecía vómito de niño,

una espuma similar a la del mar.

Es difícil estar pendiente de la suciedad, de los restos

que dejamos en los baños, en los platos, en los pasillos,

es como estar levantando  lo que el tiempo nos hace a cada minuto

en nuestra intimidad y queda con telarañas en unos rincones.

Realmente es duro, pero cuando veo esa espuma que se ha llevado

lo malo, es para mí como una canción, una que me dará fuerzas

cuando venga la noche

y no tenga otra voz

sino esa con la que contesto el teléfono.

(De: Fábulas de una caída)

 

 

Juan Carlos Ramiro Quiroga (en La Paz)

15. Si estos poetas algo siguen sin mayor aspaviento o con devoción invisible son ciertamente las poéticas marginales y desconocidas tanto de Humberto Quino Márquez como la de Hilda Mundy, especialmente las contraliteraturas de Delirio de un fauno en la Avenida Buenos Aires a las 12&45 y las noticias poéticas de Pirotecnia, respectivamente. Esas dos influencias poéticas se devoran la aparente vastedad del canon saenceano y los poetas pasan de largo hacia expresiones más cínicas, casi obscenas, y de doble filo. Imposible no citar aquí a Freudenthal o a Chávez que han herido de muerte a los rituales cotidianos y domésticos de la poesía con mitologías escrupulosas a su varia lección de irredentos.

Poetas entre la lluvia ácida y el agujero de la capa de ozono

(Perspectiva, enaltecimiento y discriminación), por J.C.R. Quiroga